Es factible que para cuando usted lea estas líneas, el Club Deportivo Guadalajara haya vuelto a cambiar de director técnico. Quizá si sólo unas horas después de cerrar este texto se impone el Toluca al conjunto rojiblanco (que sería lo normal), quizá si sólo emerge un relevo adecuado, quizá si sólo las vísceras de Jorge Vergara –a menudo, con el capricho, su mejor consejero– lo llevan a emprender su enésimo ciclo. Quizá, y a estas alturas lo mismo da. Si no es este jueves a la medianoche, será el próximo lunes o, como mucho, en un par de semanas.

 

¿Por qué tan categórica aseveración? Por mera probabilidad y estadística: así como es menos factible ser longevo en una empresa con mayor rotación de personal, es virtualmente imposible serlo en el banquillo chiva…, o en los despachos chivas, o en el plantel chiva, o en los proyectos chivas, o (¡menudo resumen del desastre!) en las otrora sobrepobladas tribunas chivas.

 

chivas

 

Todos se van, diría el título de una novela de la cubana Wendy Guerra, pero ella refiriéndose al éxodo masivo de la isla. Aquí, éxodo masivo de directores técnicos (enumerar 22 cambios en el banquillo ocuparía demasiado espacio), incluso de dirigentes (Nestor de la Torre, Juan José Frangie, Ivar Sisniega, Rafael Lebrija, Johan Cruyff, Tod Beane, Dennis Te Kloese, Juan Manuel Herrero, Francisco Palencia), aunque el éxodo más supurante es el de la identidad chiva, el de la grandeza chiva, el de la tradición chiva. Y todo bajo un ilusorio compromiso como punto de partida, en propia voz de Vergara, “La promesa de ser el mejor equipo del mundo a diez años y lo vamos a cumplir”, o bajo éste otro, justo después de la única corona conquistada por el Rebaño bajo su liderazgo: “ahora nuestro plan es que inicie un nuevo Campeonísimo y conseguir diez campeonatos más a partir de ahora”.

 

Una institución que en el río revuelto de las liguillas mexicanas, en las que casi todos aspiran a ser campeones, el casi radica en la excepción que supone Chivas más un par de clubes arruinados o perseguidos por la maldición. Una institución en la que los responsables técnicos y deportivos están de prestado. Una institución que opera regando rumores y después confirmando sospechas. En definitiva, una institución fallida.

 

Pienso en todo esto, a la par que en las bondades del sistema de porcentaje. Leones Negros necesita sumar demasiados puntos para meter en problemas al Chiverío. Lo anterior, por este año. Ya al siguiente el problema es todavía más grave, máxime si la cosecha, estabilidad, desempeño, decisiones, proyectan semejante caos al interior y al exterior.

 

Pienso en todo esto, también, en la semana en que Arsene Wenger ha cumplido dieciocho años al frente del Arsenal. O al revisar la duración de los directores técnicos en la mayoría de los clubes importantes de Europa: con promedio de dos ocupantes de banquillo por año, no es fácil aspirar a demasiado; todo lo contrario.

 

En el planeta de lo efímero, que es el de los directores técnicos, el banquillo del Club Deportivo Guadalajara es el campeón de la fugacidad, único título al que se acerca hoy el cuadro más popular del país.

 

Pero usted, a diferencia de estas líneas, ya sabe cómo resultó el partido contra el Toluca. Usted ya sabe si la destitución volvió a ser la norma. Y usted ya sabe que, de lo contrario, en breve lo será. Y usted ya sabe que nada se corregirá.

 

 

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