SAO PAULO. Con un perfil más tecnocrático y de gerenta, pero políticamente todavía a la sombra de su mentor Luiz Inácio Lula da Silva, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, buscará su reelección con el reto de mantener al Partido de los Trabajadores (PT) en el Gobierno tras 12 años.

 

La economista aparece como favorita para obtener la mayoría de los votos en la primera vuelta, pero sin la ventaja suficiente para garantizar la elección y por ello deberá disputar una segunda ronda electoral el día 26.

 

Con fama de antipática y sin una carrera política en cargos electivos como antecedente, Rousseff consiguió en su primer mandato vencer gran parte del obstáculo surgido por su falta de carisma al lograr edificar un perfil que cada vez se sustenta más en su capacidad para manejar los datos y números de su gestión.

 

 

Llamada también “Dama de Hierro” por su carácter, a veces frío y seco, alejado de la formalidad de la política tradicional, Rousseff pudo convivir con el peso político dejado por su antecesor, para muchos el líder más carismático de la historia reciente del país.

 

 

En su gestión, la seguidora del club Atlético Mineiro de Belo Horizonte -su ciudad natal- y del Internacional de Porto Alegre -su cuna política- encontró retos económicos como la desaceleración del crecimiento, que pasó del 7.5% en 2010, el año anterior al inicio de su mandato, a una tasa inferior al 1% proyectada para 2014.

 

 

Para mantener el control inflacionario dentro del límite máximo fijado por el Gobierno, Rousseff tuvo que invertir la trayectoria de descenso de los intereses en su primer año de Gobierno, que llegaron con diez reducciones consecutivas al histórico mínimo del 7.25% anual, y elevarlos al actual 11%.

 

 

Otro de los desafíos de Rousseff fue afrontar una ola de denuncias de corrupción que salpicó a miembros del Gobierno y en su discurso fue dura en defender las investigaciones que la llevaron a pedir la dimisión de siete de sus ministros.

 

 

Ante la serie de protestas multitudinarias que se desató en junio de 2013, motivadas por el alza de los pasajes de autobuses en Sao Paulo y luego multiplicadas por otras reivindicaciones, Rousseff hizo frente y dio la cara ante la situación, con propuestas para una serie de pactos como la reforma política, que no salió del papel.

 

 

Ese gesto de encarar las manifestaciones hizo rápidamente que su popularidad, que bajó del 70% al 30%, pudiera recuperarse y situarse cerca del actual 40%.

 

 

Detrás de esa gobernante “dura” hay una también abuela dulce cuando está con su único nieto, Gabriel, de cuatro años, jugando en los jardines del Palacio de la Alvorada o en Porto Alegre, donde vive su hija. O una mujer con espíritu de aventura que se “libera” sobre una Harley-Davidson, como salió a escondidas de sus escoltas y al lado de un amigo a pasear por la noche de Brasilia.