Jean-Claude Duvalier pasará a la historia no solo como el último dictador de Haití, sino como el Jefe de Estado más joven de la historia moderna. Y quien además de ser acusado de crímenes de lesa humanidad, nunca los pagó.
Duvalier, mejor conocido como Baby Doc, murió este 4 de octubre a los 63 años producto de un infarto al corazón.
Su regreso de un largo exilio permitió a víctimas de su régimen perseguir demandas legales en su contra y a viejos aliados unirse en torno a él. Pero ninguna de las partes ganó mucho apoyo ni logró algo más. Nunca llegó a prisión, ni siquiera a arresto domiciliario.
El dictador más joven y alguna vez temido, pasó sus últimos años en la relativa oscuridad de su hogar, en las frondosas colinas que rodean la capital haitiana.
El más joven generador de terror
En 1971, se convirtió en presidente de una de las naciones más pobres del planeta con solo 19 años, a la muerte de su padre François, apodado Papa Doc.
Accedió al poder por la figura de presidencia vitalicia que instauró su padre en las reformas a la Constitución de 1964.
Su mandato duró 15 años, hasta el 7 de febrero de 1986 cuando fue derrocado por una insurrección popular y golpe de Estado militar por el general Henri Namphy. Ello tras el retiro del apoyo militar y económico de Estados Unidos.
“Durante quince años gobernó Jean-Claude Duvalier a Haití con desinterés completo de las necesidades del pueblo haitiano”, señaló Amnistía Internacional en un informe realizado en 2011.
Los regímenes de padre e hijo torturaron y asesinaron a líderes y opositores políticos. Estos gobiernos estuvieron basados en una milicia civil que aterrorizó a la población.
Su gobierno fue visto como menos violento y represor que el de su padre. Ecos de libertad de prensa y crítica personal, nunca toleradas bajo la mano de Papa Doc, surgieron esporádicamente ante la presión internacional.
Sin embargo, grupos de derechos humanos documentaron abusos y persecución política. La organización Human Rights Watch estimó en unos 30 mil los muertos de los dos régimenes Duvalier, muchos de ellos ejecutados.
Un trío de las prisiones conocidas como el “Triángulo de la Muerte”, que incluía al tan temido Fort Dimanche, para presos de larga estancia, simbolizó la brutalidad de su régimen.
Su padre fue médico de profesión quien promovió “Noirisme”, un movimiento que buscaba resaltar las raíces africanas de Haití sobre las europeas. Lo que en una nación de mayoría negra le ganó popularidad y con una élite mulata poderosa acrecentó las divisiones de clase y color.
Capitalino sin más y estudiante sin brillo
Nació el 3 de julio de 1951 en Puerto Príncipe. Su madre fue Simone Ovide.
Fue estudiante de Medicina, carrera que no concluyó por tomar las riendas del país a una edad temprana.
Era considerado como un estudiante mediocre en una prestigiosa escuela católica privada en la capital, pero sus profesores le dieron calificaciones aprobatorias siempre para evitar la furia del Palacio Nacional, según cita Written in Blood, una historia del país escrita por Robert Debs Heinl y Nancy Gordon Heinl.
Se casó en 1980 con Michèle Bennett, mulata hija de un acaudalado comerciante de café.
La boda se celebró con una lujosa fiesta, con champán, flores y fuegos artificiales importados, con un costo de 5 millones de dólares.
Fue transmitida en vivo por televisión a la nación empobrecida. Tras el intercambio de votos, Michele le ordenó a su marido, en aquel momento pasado de peso, someterse a una dieta.
El compromiso provocó un escándalo entre los duvalieristas viejos. Su condición de mulata fue la crispación, una disposición contraria al movimiento Noirisme que impulsó su padre.
Michèle fue una influencia negativa para su presidencia, conocida por sus gastos onerosos y obsesión compulsiva en comprar joyas, abrigos y vestidos de diseñador.
El Palacio Nacional se hizo conocido por su opulencia ante las remodelaciones de Bennett con compras en el extranjeros. Mientras que Jean-Claude disfrutaba de pasear en su yate presidencial y realizar carreras en autos deportivos.
Junto con Michéle procreó una familia que constituyeron sus dos hijos que hoy le sobreviven, Francois Nicolas “Nico” y Anya Duvalier.
Claroscuros de una dictadura
Las características de su gobierno de Jean-Claude fueron las luchas internas entre miembros de su familia, y la influencia de su madre, junto con la postración de la economía haitiana, la galopante corrupción y la brutal represión hacia cualquier tipo de disidencia.
El año que tomó el poder creo el cuerpo paramilitar llamado Los Leopardos, organización que buscaba aparentemente frenar el poder autónomo de la policía represiva del régimen antecesor, Los Tonton Macoute, sin embargo probaron tener la mira en la misma misión: mantener el terror entre la población.
Sin embargo, durante su gobierno, el país también vivió una cierta estabilidad y desarrollo económico, con calles limpias, seguridad garantizada, alumbrado eléctrico sin cortes, desempleo bajo y servicio de agua potable.
Lo que hizo que miles acudieran a recibirlo al aeropuerto de la capital a su regreso tras un cuarto de siglo en el exilio.
Haití vio cambios demográficos generalizados en su mandato. Los campesinos se trasladaron a la capital en busca de empleo en las nacientes fábricas que demandaban mano de obra barata. Mientras que miles de profesionales huyeron por el clima de represión de ciudades como Nueva York, Miami y Montreal.
La ayuda comenzó a fluir desde los Estados Unidos y las agencias como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
El turismo creció, la vivencia del hedonismo tropical que incluía alcohol al por mayor prostitución y ceremonias de vudú lo convirtieron en un destino leyenda al que acudir. Sin embargo, el turismo colapsó a inicios de la década de los 80 luego de que médicos en Florida señalaran un número inusual de casos de SIDA entre inmigrantes haitianos y ciudadanos procedentes de Haití.
Bajo la creciente presión de la administración de Jimmy Carter en EU, Duvalier pretendió mejorar los derechos humanos del país con la liberación de presos políticos. Aún así, los periodistas y los activistas fueron encarcelados o exiliados. Como las condiciones de vida de Haití se deterioraron. Cientos de haitianos sin visas ni dinero se lanzaron al mar en frágiles embarcaciones en un esfuerzo desesperado por llegar a las costas de Florida.
El Papa Juan Pablo II hizo una visita en 1983 y pronunció la célebre frase: “. Las cosas deben cambiar”, Y tres años más tarde lo hicieron.
El exilio
Tras ser derrocado, se exilió en Francia con su familia en la década de los 80.
Al inicio de su residencia gala, en 1986 alquiló una villa en Mougins, donde su esposa Michèle mantuvo su extravagante estilo de vida, haciéndose foco de la luz pública por asistir a fiestas de la alta sociedad francesa, pero principalmente por sus compras en las boutiques más exclusivas y gastos de más de 270 mil dólares joyería Boucheron, unos 9 mil más en Hermés e incluso por pagar más de 68 mil dólares por un reloj.
Siete años después, en 1993 Duvalier se divorció de Bennett. Acuerdo que concretaron en República Dominicana y por el que el ex dictador le dejó la mayor parte de su fortuna.
Inició una nueva vida con Veronique Roy, actual pareja y nieta del también ex presidente haitiano Paul Eugène Magloire (1959-1956).
El retorno y el perdón
En 2005, Duvalier anunció su intención de volver a Haití para postularse a la elección presidencial del siguiente año (2006), por el Partido de la Unidad Nacional, pero no logró inscribirse.
Dos años después, envió un mensaje grabado al pueblo haitiano donde pidió públicamente perdón por las atrocidades cometidas por su dictadura, sin embargo este no fue considerado auténtico ni por el propio mandatario entonces René Préval.
Sin embargo, el 11 de enero de 2011 regresó de sorpresa a Haití, tras 25 años de exilio, y lo justificó en la necesidad de ayudar a sus compatriotas a reconstruir el país tras el terremoto de 7.0 grador Richter de enero de 2010 que dejó más de 300 mil haitianos muertos y en ruinas a uno de los estados más pobres del mundo.
Pero muchos sospechaban que regresó en un esfuerzo por recuperar un dinero que supuestamente había escondido. Otros más dijeron que él simplemente quería morir en su tierra natal.
Además de los crímenes de lesa humanidad que se le imputaban, se le acusó de desvío de fondos. Durante su presidencia habría llevado a cabo una malversación por entre 300 y 800 millones de dólares de activos de Haití.
Tras su arribo y hospedarse en un hotel de Puerto Príncipe, Baby Doc fue conducido por las autoridades al Palacio de Justicia para ser interrogado y posteriormente fue liberado. Se señaló entonces que viajaba con el fuero de un pasaporte diplomático.
A pesar de estancias ocasionales en el hospital, Duvalier parecía disfrutar de su nueva vida en casa en las colinas que rodean a la capital haitiana y era libre para vagar por la ciudad. Fue visto asistiendo a ceremonias gubernamentales, cenando con amigos en varios restaurantes de alta gama mientras su llamado a rendir cuentas en prisión nunca llegó. Ni con demandas legales en su contra interpuestas por unas decenas de víctimas de su régimen.
En 2013 inició la renovación de una casa antigua que había sido destruida a raíz de su expulsión de 1986.
Duvalier sorprendió a observadores de derechos humanos y a víctimas de su régimen en 2013, cuando testificó sobre su gobierno ante un juez de instrucción. Un año más tarde, un juez anuló una decisión judicial anterior y dictaminó que podría enfrentar cargos por crímenes de la humanidad, sin embargo el caso no avanzó ante la inmovilidad de los funcionarios a cargo.
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