Si en la orwelliana definición la paz es guerra, muchos congresistas, periodistas y publicistas estadunidenses tuvieron que persuadir al Comité Noruego del Nobel para que el viernes revele el apellido Snowden como el ganador del icónico premio de la paz. En efecto, desde el mítico Eric Holder (hoy ex fiscal), es decir, desde el gobierno del presidente Obama, hasta los medios de comunicación más prestigiosos de Estados Unidos como el periódico The New York Times, pasando por los furibundos congresistas, todos, consideraron en su momento a Edward Snowden como un antipatriota desquiciado. Veamos.
Sorprendió el editorial del The New York Times que revelaba una astucia del gobierno chino sobre las cuatro computadoras que Snowden introdujo a Hong Kong: “Dos expertos occidentales en inteligencia, que habrían trabajado para importantes agencias de espionaje gubernamentales, decían que, a su juicio, el gobierno chino se las había ingeniado para vaciar las cuatro computadoras que el señor Snowden había llevado consigo a Hong Kong”. En ese momento Snowden ya se encontraba en el aeropuerto de Moscú. La doble sorpresa se encontraba en la inocencia tecnológica pues con algunos pendrives Snowden pudo haber transferido la información al periodista Glenn Greenwald para que los publicara en The Guardian. El propio Snowden, a través de Greenwald escribió en el periódico británico: “Nunca he dado información ni a un gobierno ni a otro”.
David Brooks, columnista del The New York Times (en México lo publica La Jornada), se burlaba de Snowden de esta manera: “El colmo del hombre aislado”, símbolo de “la creciente marea de desconfianza, la corrosiva propagación del cinismo, el desgaste del tejido social y la proliferación de personas tan individualistas en sus enfoques que no saben realmente cómo unirse a los demás y buscar el bien común”.
Para Roger Simon, de Politico.com, Snowden era “un perdedor” porque “abandonó la secundaria”; la congresista demócrata Debbie Wassermann Schultz calificó a Snowden como “cobarde”; Matt Mackowiak, comentarista en Fox News y estratega electoral del Partido Republicano, esbozó una arquitectura humana en Snowden tipo espía: “No es ningún disparate pensar que Snowden ha sido un agente doble chino y que pronto desertará”; el congresista republicano Mike Rogers siguió la misma línea de Mackowiak pero atribuyó el vínculo de espionaje de Snowden con Rusia.
Si la fuente fue considerada como un espía cobarde perdedor, Greenwald fue considerado un criminal.
El congresista republicano por Nueva York, Peter King, que había sido presidente del Subcomité de la Cámara sobre Terrorismo, declaró a Anderson Cooper, de la CNN, que los reporteros que se ocuparan de cuestiones de la NSA tendrían que ser procesados “si sabían y aceptaban que se trataba de información confidencial, en especial sobre algo de esta magnitud (en referencia al caso de las filtraciones de documentos realizadas por Snowden al periodista Glenn Greenwald).
“A mi entender, existe una obligación tanto moral como legal, de actuar contra un reportero cuyas revelaciones pongan en peligro la seguridad nacional”, añadió el congresista. Para no incentivar las dudas que nacen de la retórica abstracta, el mismo King confirmaba ante Fox News que se refería a Edward Snowden: “Estoy hablando de Greenwald… no sólo reveló esta información, ha dicho que tiene nombres de agentes de la CIA y activos de todo el mundo, y amenaza con sacarlo todo a la luz”. El propio Glenn Greenwald, en su libro Snowden, sin un lugar donde esconderse, desmiente al congresista sobre el registro de agentes de la CIA, pero sobre todo, de su amenaza de revelar nombres.
Marc Thiessen, del Washington Post, antiguo redactor de discursos de Bush y autor de un libro en el que justifica el programa de torturas, defendió a Peter King al escribir: “Sí, publicar secretos de la NSA es un crimen”.
Alan Dershowitz, comentarista político de la CNN declaró: “A mi juicio, Greenwald ha cometido un delito gravísimo (…) entra de lleno en la categoría de crimen”.
En efecto, si la guerra es paz el binomio Snowden-Greenwald son algo peor que los yihadistas del Estado Islámico, y como tal, el viernes el nombre de Edward Snowden tendría que recibir el Nobel de la Paz.
Sobre el escenario racional, la gravedad de las revelaciones de Snowden no apunta a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), en realidad, lo grave es que Google, Microsoft, Apple, Twitter y Facebook hayan espiado a medio mundo. (Continuará en la próxima entrega)