Fotografías por Julio Pineda

Sería absurdo intentar hacer una reseña del Corona Capital, así, como si hubiera un Corona Capital. En realidad, hay múltiples festivales dentro de una misma edición; entre los grupos que cada quien escucha, el itinerario elegido, sus acompañantes, la buena o mala fortuna, cada quien asiste a un Corona diferente.

Todas estas variantes se bifurcan y ramifican sin un centro definitivo, como el rizoma de Deleuze y Guattari. Así que ésta, en su carácter fragmentario, es un una lectura de algunos de los puntos de intensidad, a partir de los cuales se pudieron derivar varias perspectivas del Corona.

Guitarras fuera de temporada

En los años 70, cuando todo mundo deseaba ser un virtuoso guitarrista y la música estaba plagada de requintos, cosas como Kraftwerk debieron sonar como sacadas de otro mundo. Hoy es al revés; a lo largo de las presentaciones del Corona (CC14) pudimos corroborar la predominancia de los sintetizadores, las cajas de ritmo.

10403538_10152532927089585_7295811488333977948_n1Las honrosas excepciones, entonces, resaltaron con más brillo: principalmente Jack White –con un nuevo look que debió hacer que muchos se preguntaran si en realidad se trataba del ex White Stripe– y St. Vincent –estrenando también corte y color de cabello–, escoltados por uno que otro solo –en muchos sentidos solitario– de guitarra a cargo de grupos como White Denim o The Ghost of a Saber Tooth Tiger; requintos que, para quien corría para ver otro acto, se alcanzaban a escuchar a lo lejos, provenientes no sólo de otros escenarios, sino como si llegaran de otro tiempo.

Artista

Naturalmente se presentaron muchos rockstars, algunos buenos, muy buenos músicos, pero probablemente sólo hubo una artista en el CC14: Annie Clark. Artista no sólo porque es un excelente músico –sus riffs son trepidantes, con tiempos atípicos, difíciles de imitar no sólo técnicamente, sino también en cuanto a su estilo, Annie es de esos pocos que logra tener un sello personal–, sino que hay todo un concepto, una propuesta detrás. ¿Nos hemos detenido a escuchar un poco sus letras, deslumbrados por su calidad técnica? A pesar de lo que títulos 10291693_10152532932774585_5798198107890997996_ncomo “Cheerleader” y “Cruel” pudieran indicar, no es la típica y frívola canción de porristas y adolescentes despechadas, hay un cierto dejo de ironía con respecto a todo ese American way of life –I´ve seen America with no clothes on, dice en “Cheerleader”.

En su último disco, epónimo, Clark mira cautelosa y con sospecha algunos hitos del mundo contemporáneo, como la predominancia de las pantallas, el plano virtual –if I can´t show it, if you can´t see me, what´s the point of doing anything?… I want all of your mind, se escucha en “Digital Witness”. Es una artista, también, porque logra una síntesis particular: esas virtuosas guitarras acopladas a la perfección con las cajas rítmicas y sonidos programables.

Es artista inclusive en sus movimientos sobre el escenario; hay un histrionismo muy fuera del lugar común –like an actor out of scene–, esos pasitos sobre las puntas de sus pies que la hacen parecer conducida por una banda de desplazamiento –un moonwalk de la era digital–, cada movimiento de sus manos parece encajar perfectamente con el acto, con su vestido –uno plagado de ojos, un panopticon, un big brother– y con el momento. Y para colmo, por si no fuera suficiente, Annie Clarck bajó para consentir y dejarse consentir por el público, dejarse tocar y abrazar. Hay que ir sumando a St. Vincent a lo mejor que se ha presentado en todas las ediciones del Corona, además de ser, con buena probabilidad, lo mejor del CC14.

Buceo a profundidad

Tal vez no haya manera de corroborar el siguiente dato, porque nadie ha visto a todos y cada uno de los grupos que se han presentado en el festival, pero quizás Mø haya roto el record de 10409766_10152532933919585_5848784418700420451_n1mayor tiempo y profundidad en cuanto al buceo entre el público, sin ayuda de respiradores artificiales ni nada. Vestida en su traje de boxeadora, muy despreocupada por su apariencia –en el mejor sentido de la palabra–, se internó entre los asistentes hasta llegar aproximadamente a los 20 metros.

A pesar de su breve trayectoria, dio la impresión de que la danesa merecía más tiempo el escenario, incluso a pesar de un primer gancho al hígado que recibió, un presagio de las complicaciones técnicas que enfrentaría el CC14: cuando iniciaba su primera canción, la computadora de los ritmos programados falló, de modo que el show debió esperar unos minutos hasta que se solucionara el error. Y bien, esto conduce al tema de las fallas, la técnica, lo incalculable e imprevisible.

Los elementos

Sí, llovió, y de algún modo eso fue bueno. Fue una vuelta de tornillo en el tiempo. Estamos tan acostumbrados al cálculo, a lo programado y previsible, a la función perfecta que la lluvia fue una buena sacudida. La lluvia, el lodo, los rayos fueron lo que siempre han sido: lo intempestivo, el acontecimiento que irrumpe.

Pequeño recordatorio de que no somos a prueba de futuro. Y precisamente al concluir “Future Proof” se anunciaba que Massive Attack suspendería –luego definitivamente– su 10610794_10152532927754585_1524227593944672965_npresentación por lluvia y tormenta eléctrica. Los acostumbrados a regularlo todo con botones probablemente se enfadaron con la organización del evento –esperaban tal vez que le apretaran off a la lluvia, o que bajaran su intensidad, o que hubieran puesto tierra impermeable para no enlodarse y perder así el glamour con tanto empeño logrado. Por un momento las miles de personas en la planicie estuvieron a merced del poderoso rayo y los elementos, como los antiguos en la estepa, con escaso refugio.

No importa cuánto reforcemos nuestras barreras y previsiones, siempre seremos rebasados por algo más poderoso –Borderline case, Reinforced glass, Absent friends, Passport photos, an elastic past. Empty pockets, and they think it is all, cantaba 3D poco antes de suspender. Después de esperar, muchos desistieron y regresaron a casa, empapados y cansados, ya sin el ánimo de esperar a ver si Jack White tocaría –lo que finalmente sí sucedió, un premio a la espera y la paciencia. Los elementos, también el domingo, se conjugaron para recordarnos por un momento que no lo tenemos todo bajo control; el agua reinó y sea apareó con la tierra, el viento, no tan rudo, por momentos soplaba en los huesos para encrudecer el clima. Sólo el fuego fue clemente, menos mal.

[Y entre lo más incalculable de lo más previsible: la muerte. A casi dos días de concluido el CC14 se confirmó el fallecimiento, en Puebla, del tecladista que acompañaba a Jack White, Ikey Owens]

Hispanismos

Alguien debería registrar los intentos de hablar español por parte de los músicos del Corona Capital. Se pueden encontrar cosas muy diversas en ello: auténtica empatía y esfuerzo por 10646615_10152532930634585_5222507944458890227_n1acercarse al público, gratitud y emoción, o por el contrario, a veces un poco de burla y desdén. Lo cierto es que el peor español de todo el CC14 fue hablado por Belle & Sebastian el domingo, lo cual no es malo, más bien se agradece tan notable esfuerzo por comulgar con la gente, del único modo que se podía esperar con estos escoceses: muy, muy alegres. Weezer también hizo su intento –por cierto, uno de los momentos más emotivos del sábado, sobre todo para los nostálgicos noventeros–, y como paliativo ante la lluvia, dijo Rivers Cuomo: “Por favor, quiero que vayamos a un lugar fantástico, ustedes y nosotros, un lugar donde nos vamos a sentir muy chingón”, se trataba, claro, de “Island in the Sun”.

La última risa antes del diluvio vino cuando Cuomo cantó “Quién como tú” de Ana Gabriel. Al día siguiente Haim habría de hacer algo similar, cuando cantaron “Como la flor” de Selena, de quien Este Haim se declaró fan. Las tres chicas californianas, muy vecinas de México, invitaron a todo mundo a su casa: “Mi casa es su casa”, y recordaron que éste era el último concierto de su tour, a un año a penas de haber publicado su primer LP.

Promesas

Fue Haim, precisamente, la promesa más sólida y esperanzadora del CC14. Con un solo disco en su haber, dieron un concierto movido, con muchos y muy buenos momentos de guitarra, a cargo de Danielle Haim. Inclusive, ese mundo setentero de guitarras aceleradas y virtuosas tuvo un conato de retorno cuando las hermanas Haim hicieron su cover muy contundente de “Oh Well” de Fleetwood Mac.

Si hay que ver al futuro, habría que mirar a grupos como Haim, quienes tienen pop, sí, canciones pegajosas y coros melosos, letras no tan cerebrales como Annie Clark, pero 10347404_10152532931079585_7845045447636340426_ntambién guitarras poderosas y percusiones elocuentes; al cerrar con “Let Me Go”, las tres hermanas tomaron las baquetas para sacudir, trepidantemente, cada una su tom –déjà-vu de Radiohead en “There, There”.

Algunos músicos se están haciendo viejos, hay que pensar ya en el cambio generacional: justo antes de Haim tocó Damon Albarn, y aunque muchos se apresuraron a la chupadera de bolsas escrotales del ex frontman de Blur, y a pesar de que técnicamente es bueno y sonaba bien, a pesar de que se rodeó de buen talento musical, y muy a pesar de su piñata, sonó algo insípido, con pocas cosas nuevas para proponer. Cabe esperar mucho, asimismo, de Lykke Li, que otorgó el cierre emotivo al CC14.

Sintetizadores

Finalmente lo que predominó, la rama reina del CC14: los sintetizadores, cajas, loops. En este campo ¿qué más se puede destacar que el conseguir que la gente brinque y baile? En esto destacaron Hercules & Love Affair, las mezclas de Cashmere Cat, Kate Boy, Metronomy, Chvrches. Un aplauso se merecen todos los que bailaron con el lodo atándolos al piso.

La audiencia

1010112_10152532932154585_8257770072877186787_n-870x580Todos hablan de la lluvia. Sorprende un poco que nadie se hubiera aventurado a organizar luchas en de lodo, lanzamiento de plastas de lodo o semejantes –muy pocos conatos, aislados, se observaron–, lo cual habla, para bien y para mal, de una asistencia muy pudorosa y tranquila. En otros conciertos, o en un Vive Latino, eso habría acabado en batalla campal de lodo. Se agradece a las chicas que, contra todo pronóstico del clima, se aferraron a llevar shorts y minifaldas el domingo.

Mientras tanto, en otro lugar al centro-poniente de la Ciudad de México –anécdota real–, la empleada de una zapatería se pregunta por qué han venido tantos chavos a comprar botas de hule, si ya no es temporada de lluvia.