La coincidencia es el azar provocado. Al menos en México.

 

Para algunos, la agencia de noticias (estadunidense) Associated Press le ganó la carrera al tiempo irreal de los medios mexicanos aquel sábado en el que el narcotraficante más buscado del mundo (Chapo Guzmán), inmerso en la lista aspiracional de Forbes, cayó en manos de la seguridad del Estado mexicano.

 

Semanas poco distantes, la revista Esquire empujó la noticia sobre el caso Tlatlaya en el que murieron 22 presuntos secuestradores después de haber entregado sus armas al Ejército. Entre los magníficos diseños de trajes Ermenegildo Zegna y los relojes Rolex, Tlatlaya se asomó a una revista especializada en tendencias de interés masculino, en cuyas portadas de la edición mexicana han aparecido figuras del mainstream como la magnífica actriz de teatro Irene Azuela o figuras del modelaje como Ana de la Reguera y Miranda Kerr.

 

684568_NpAdvHover

 

La muestra es representativa. México oscila entre Proceso y Vanity Fair cuyo puente podría ser la indolencia. Es decir, si la imagen de México se analizara a manera de revista los brotes de realismo se encontrarían a mitad de camino entre la sección roja de Proceso y las páginas azules de Vanity Fair.

 

La sorpresa de Esquire sorprendió a muchos. Tanto, que la nota reveló lo alejado que se encuentran los medios mexicanos de los nodos de comunicación internacionales. Algo sucede o sucedía en los medios mexicanos que sus reflejos se han alentado frente a notas como la correspondiente a la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala.

 

Unos observan a México desde Financial Times y The Economist. Para otros lo mejor es concentrar la atención en Proceso. Las dos corrientes son importantes. Algunos se han percatado que varios periodistas han abandonado los periódicos para instalarse en las revistas. Nichos pequeños y rentables. Así, entre los sacos de Zegna y los zapatos Camper, los operativos del Ejército son observados por un interés que escapa a la tradición mexicana. Desde la época de Salinas de Gortari muchos se preguntaron por la naturaleza “rara” de la OCDE. Un cuarto de siglo después algunos continúan con la duda; la globalización de la comunicación es producto de una revolución, y nosotros, pensamos en que lo que no diga la prensa no existe,

 

Lo lamentable es que los periódicos han apostado a la naturaleza de la televisión. Quieren creer que a punta de incentivos publicitarios la masa responderá a los estímulos. Mal, muy mal. Desde la escuela de Frankfurt, lo mismo Adorno que Habermas la teoría crítica de la comunicación pudo diferenciar la naturaleza de los medios; sí, en todas se puede manipular pero no en todas se puede engañar. La mayoría de los lectores mexicanos todavía apuesta por los cabezales… mexicanos. Éstos piensan como etnocéntricos, observan como etnocéntricos y leen como etnocéntricos. Se sienten cómodos en los mejores años del sistema mexicano del siglo pasado. Pero la realidad ha cambiado. Ni nos encontramos en la era de los teóricos de Frankfurt y tampoco tenemos nostalgia de la posmodernidad. Ahora, la metarrealidad del tiempo real trastoca el cuarto de máquinas del siglo pasado.

 

La sorpresa de Esquire sorprendió a muchos. La sorpresa de AP en relación con El Chapo, también. Pero la inteligencia de Estados Unidos es demasiado rápida para seguir pensando en el control de la información nacional.

 

Al parecer no nos queremos dar cuenta de una revolución poco silenciosa que sufre la información global: el peso de la información de medios internacionales rompió el aislamiento desde que el tiempo real nos intenta demostrar que es ingrávido pues circula en redes sociales dejando atrás las ediciones impresa y web.

 

The New York Times logró acortar la distancia entre Guerrero y la Ciudad de México en cuestión de segundos; mientras que medios mexicanos dieron indicio de sus lentos reflejos en un puñado no de horas sino cuatro, cinco o seis días después del operativo de la policía municipal de Iguala con el que desapareció de manera forzada a 43 estudiantes. Los medios globales han creado un sistema de información con procesos tácticos; los medios mexicanos continúan pensando en estrategias anquilosadas.

 

Sabemos que en el manejo de crisis se tiene que llenar el espacio de la incomunicación, de lo contrario, alguien lo hará. En el caso de Iguala fueron los medios globales los que lanzaron las alertas.

 

¿Qué ha provocado que los medios mexicanos hayan perdido los reflejos de la información y del análisis? La pregunta ofende, nos diría la inteligencia.