Casi todos los  analistas bisoños y de los otros han bautizado lo que actualmente ocurre en el país, empezando por la inseguridad, la violencia, movimientos estudiantiles, violación de derechos humanos, turbulencias financieras… como “la gran crisis del gobierno de Enrique Peña Nieto”, “la madre de todas las crisis” y cositas por el estilo.

 

Sin embargo, a juicio de los observadores políticos objetivos e imparciales, esa crisis no existe, no al menos en la excesiva dimensión que muchos quieren darle.

 

 

Salta a la vista que el Presidente vive uno de los peores momentos de su sexenio porque se le ha amontonado el quehacer con problemas de chile, dulce y manteca, pero de ahí a suponer que está contra la pared y que está perdiendo la brújula y el control hay un muy largo trecho, apuntan aquellos. Hay que ver las cosas en su justa medida para no escandalizar innecesariamente, y es necesario observar el panorama en su conjunto, recomiendan.

Vivimos tiempos revueltos desde hace muchos años, y el presidente Peña Nieto no recibió como herencia un país seguro, próspero, justo, equitativo y democrático. Por el contrario, la inseguridad y la violencia son el escenario cotidiano en muchas zonas del país; la economía no ha escapado a la tendencia internacional que amenaza recesión; la injusticia y la inequidad lesionan a millones de compatriotas, y la democracia sigue siendo un ideal casi inalcanzable. Pero con todo, el país no está en quiebra económica, social ni política.
Con frecuencia el gobierno federal trastabilla; en muchas ocasiones no atina y parece dar palos de ciego; con más frecuencia de la deseable algunos funcionarios de primer nivel dan muestras de que el puesto les quedó grande y los problemas se acumulan sin que se pueda ver la luz al final del túnel.

 

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Pero si la sabiduría popular no está del todo equivocada, hay que repetir el refrán: “Nunca está más oscuro que cuando va a amanecer”.

 

Amén. Como quien dice: Así sea.

 

AGENDA PREVIA

 

EL TITULAR DE LA SAGARPA Enrique Martínez y Martínez dejó entrever que si el Departamento de Comercio de Estados Unidos aplica un arancel de 30 o 40% por dumping a las exportaciones de azúcar mexicana a ese país – decisión que se conocerá este día, o a más tardar el lunes-, México podría imponer  una cuota compensatoria a las importaciones de jarabe de maíz de aquella nación. Agregó que cuando firmamos el TLC azucarero nunca se habló de topes a la exportación, por lo que nuestro país tiene derecho a enviar al mercado norteamericano todo el dulce de caña que quiera, y Estados Unidos puede mandar la cantidad de jarabe de maíz que gusten.

 

A UN AÑO DE SU CREACIÓN, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) calcula que  a través de sus resoluciones ha generado beneficios potenciales a los consumidores de tres mil 900 millones de pesos, lo que equivale a casi 13 veces el presupuesto de este organismo, expuso Alejandra Palacios Prieto, Comisionada Presidenta de la COFECE durante su comparecencia ante el Senado.  Esto demuestra que la competencia económica debe ser un tema prioritario en la agenda pública porque beneficia a todos, agregó.  ¿Ustedes le creen a la señora Palacios?  ¡Nosotros tampoco! Responden los consumidores, quienes argumentan que esa lana ni se ve ni se siente. ¡Demagogia pura de la señora presidenta, pues!

 

 

EN EL FORO DE PROCURA de petroleras latinoamericanas -que fue inaugurado ayer por el secretario de Economía, Idelfonso Guajardo, el director de Pemex, Emilio Lozoya, y la ministra de Industria de Argentina, Débora Giorgi-, Arturo Henríquez, titular de la nueva Dirección Corporativa de Procura y Abastecimiento, confirmó que con la creación de esta área que centraliza las funciones de compra de la petrolera, se generaran ahorros por más de mil millones de dólares al año.

 

CAYÓ  EL IMPRESENTABLE Ángel Aguirre Rivero. Se tardaron pero cayó. Y junto con esa caída vendrá un espectáculo político picante y divertido: las maromas, saltos y machincuepas que tendrán que dar los también impresentables dirigentes del PRD para explicar lo inexplicable; es decir, para justificar urbi et orbi su zigzagueante conducta en el penoso caso de la renuncia-no renuncia de su correligionario.