The Book of Life (Dir. Jorge R. Gutierrez)

 

El personaje central en The Book of Life (El Libro de la vida, 2014), la ópera prima del mexicano Jorge R. Gutiérrez, no es otro sino México. El país y la promoción de su cultura son los motores que mueven a esta fábula infantil que se desarrolla bajo una cauda de colores brillantes, estrafalarios personajes, animación sumamente detallada y mucha imaginación, teniendo siempre como pretexto la celebración del Día de Muertos.

 

Aquí no hay espacio para la sutileza; tanto el cineasta como su productor (Guillermo del Toro) invitan al respetable a presenciar “la gloriosa belleza de México” y no dudan en situar a nuestro país como “el centro del universo”, amén de dibujarlo en el mapa con un tremendo bigotote zapatista que cruza el territorio nacional desde el pacífico hasta el golfo.

 

Hay frenesí por todos lados. El color inunda la pantalla con paletas de colores vivos, imposibles atardeceres naranja, noches perfectas de luna llena azul, caprichosos destellos de neón; todo ello bañando a los protagonistas que -sin mayor explicación- son cual juguetes de madera con vida en una historia editada mediante cortes rápidos y gags constantes que por momentos nos remiten a los clásicos Looney Tunes de la Warner pero con personajes cuya estética (ver al Chakal y su banda) pareciera inspirada por los monos de Magú en el diario La Jornada.

 

Con referencias a clásicos del cine nacional como Los Tres García (Rodríguez, 1947) o Dos Tipos de Cuidado (ídem, 1953); la historia gira alrededor de un triángulo amoroso. En el tradicional pueblito de San Ángel, Manolo (voz de Diego Luna) es un joven procedente de una larga estirpe de toreros; cumpliendo los deseos de su padre y siguiendo la tradición familiar, Manolo se ha entrenado en las artes taurinas aunque lo suyo, en realidad, es la guitarra. Por su parte Joaquín (voz de Channing Tatum en la versión original), es un militar muy seguro de sí mismo, con un largo historial de grandes hazañas. Ambos lucharán por el amor de Maria (Zoe Saldana, en la versión original), su antigua amiga de la infancia que ahora es ya toda una guapa jovencita que ha regresado de estudiar en Europa.

 

El triángulo se complica cuando la Catrina (aquella que gobierna el mundo de los “recordados”) y Xibalba (aquel que gobierna el mundo de los “olvidados”) hacen una apuesta sobre cuál de los dos galanes -Manolo o Joaquín- podrá conquistar a María.

 

La solvencia visual no encuentra una contraparte sólida en el argumento, que rápidamente se deja ganar por el folclore de “lo nacional” y el cliché de lo políticamente correcto para pasar a algo que, más que una cinta, pareciera un largo spot de promoción turística de un México donde se respeta la vida animal (no matamos toros en las corridas ni puerquitos en las taquerías), y donde las mujeres ya dejaron de ser sumisas para ahora estudiar, ser independientes y leer libros, no por deber sino por diversión.

 

La licuadora de referencias encuentra su punto álgido en la música. En algún momento de la cinta, un abatido Manolo (Diego Luna en realidad) canta a María una versión con guitarra acústica de Creep (Radiohead), misma que, luego del azoro inicial (imposible no pensar: ¿te cae?), reconozco funciona como buen chiste que incluso se repetirá después con Do You think I’m sexy y otros éxitos pop.

 

Más valiosa como ejercicio visual y de animación que como película, a El Libro de la Vida se le podrán reprochar muchas cosas, excepto ese intento por insertar en el imaginario colectivo de Hollywood (y el mundo) la idea de un México que, afortunadamente, es mucho más que sus terribles noticias cotidianas. Es cierto: también somos color, brío y música.

 

The Book Of Life (Dir. Jorge R. Gutiérrez)

3 de 5 estrellas.