Expertos en desviar la atención y en aplicar el modelo del pez rojo, los perredistas quieren ocultar su crisis en Guerrero alertando sobre una crisis del Estado. Sin embargo, el asunto es más simple: la crisis es del PRD, no del Estado.

 

El modelo del pez rojo se usa mucho en juicios orales cuando el abogado defensor desvía el tema de la acusación a otros colaterales que pueden ser espectaculares pero que nada tienen que ver con el juicio.

 

Los involucrados en la crisis de Guerrero son perredistas: Cuauhtémoc Cárdenas como líder moral pero flojo en la supervisión del partido, López Obrador haciendo alianzas hasta con el diablo, Jesús Ortega como líder del PRD responsable de las candidaturas de Ángel Aguirre y José Luis Abarca, Jesús Zambrano como sucesor de Ortega y aval de los acuerdos, Carlos Navarrete como intendente de la tribu “Aguilar Talamantes”-Los Chuchos, Marcelo Ebrard como el padrino político de Aguirre y Leonel Godoy como el iniciador de la narcopolítica cuando permitió que su medio hermano Julio César Godoy se aliara con Los Templarios en Michoacán. Y Guerrero involucró al PAN de Gustavo Madero que encumbró la candidatura de Aguirre.

 

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Para eludir su crisis, el PRD la quiere convertir en una crisis del Estado. Sin embargo, el Estado sigue funcionando como monopolio de la represión, como autoridad superior, como conjunto de instituciones. Más que narco-Estado, en México hay narcopolítica y partidos y políticos que se han aliado al crimen organizado.

 

En todo caso, existe una debilidad del Estado producto del proceso de transición democrática. Pero en lugar de que la democracia hubiera fortalecido a la autoridad, en los hechos la debilitó. Las transiciones democráticas aumentaron la autoridad del Estado y sus leyes, no la disminuyeron. La doctrina de los derechos humanos favoreció al delincuente y acotó el poder del Estado. La estrategia antisistémica encuentra un Estado paralizado por la condena política.

 

El Estado es el poder superior. Y como poder no tiene más función que la de ser coercitivo. La alternancia distorsionó los equilibrios de poder. La nueva doctrina de Estado, según Alessandro Passerin d’Entrèves, asume al Estado como poder, fuerza y autoridad.

 

La debilidad del Estado es institucional ante la guerrilla, la protesta social, los derechos humanos, las movilizaciones antisistémicas, el crimen organizado. El Estado asumió en 2008 el compromiso de limpiar las policías estatales y municipales y seis años después gobernantes del PRD aparecen como aliados de bandas criminales, y con la élite perredista impidiendo la investigación.

 

La crisis de Guerrero involucra en primer lugar al PRD y a sus dirigentes y élites. La crisis del Estado radica, en todo caso, en la decisión del PRD de impedir una indagación a fondo de los políticos perredistas metidos en el crimen organizado. Pese a timideces, la PGR no aparece involucrada con el crimen organizado, ni la Presidencia de la República, ni el Poder Judicial, ni la institución legislativa. Y no todos los perredistas guerrerenses son delincuentes.

 

El sentimiento antiautoritario contra el PRI llevó a la alternancia pero sin reorganizar el poder del Estado ni resolver la herencia de las complicidades sistémicas -no estatales- con el crimen organizado. PAN y PRD tuvieron 12 años para atender el problema de la reorganización del poder del Estado; pero en lugar de ello, prefirieron la complicidad con el crimen organizado.

 

México tiene un Estado acotado, criticado, con poco margen de maniobra. Pero hasta ahora no es un Estado gangsterizado. En Guerrero la crisis -y gravísima- es del PRD. Porque Julio César Godoy fue ungido diputado por el PRD, Aguirre fue candidato del PRD y Abarca fue protegido por Jesús Zambrano y López Obrador. Fuera de Guerrero, el Estado funciona bien.