La huacaEl popular barrio de La Huaca, que recién fue incluido en la lista de monumentos en riesgo creada por el WMF, tiene una historia que data desde la Colonia.

Esta zona de vivienda fue catalogada como “asentamiento negro” de la ciudad extra muros de Veracruz; es decir, que al ser amurallada la ciudad -cuando su fundación-, La Huaca no fue incluida, sino que fue relegada en las afueras del primer puerto de México, aunque con el crecimiento urbano esas murallas se diluyeron y el sitio quedó prácticamente en el centro de la ciudad actual.

Sus viviendas están edificadas con madera de Parota y láminas de zinc. Aún existen algunas que conservan su entorno original, aunque en su mayoría se encuentran a punto del colapso. Muchas de esas viviendas originales se ven afectadas por polillas y deficiencias en los servicios públicos. Hoy en día el barrio se encuentra dentro de la poligonal protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y pese a ello, empresarios locales quieren destruirlo para hacer casas nuevas. Algunos se aprovechan de que muchas viviendas están en litigio, no tienen dueño definido o están ocupadas bajo un arrendamiento congelado hace ya varias décadas.

Más allá de su arquitectura, la Huaca es conocida por sus músicos y jugadores de beisbol, entre ellos la popular Toña la Negra.

La inmortal Toña la Negra

Nació el 17 de octubre de 1912 en el barrio de La Huaca del puerto de Veracruz, y su llegada marcó la entrada de la hermosa ciudad mexicana a los terrenos tropicales en nombre de Cuba, en el son, la rumba y el danzón. De niña cantaba en familia, con su hermano Manuel El Negro Peregrino, con quien siempre hizo magnífica pareja musical; pero, como ocurrió a Carmen Miranda, aquel símbolo inmortal de la música popular brasileña de la primera mitad del siglo XX, la marca del destino llegó en una fiesta.

En el caso de María Antonieta, estaba presente en la reunión Agustín Lara, que ya empezaba a tocar las puertas de la fama y, como pasa en esas tertulias luego de tres copas de tequila, alguien dijo: ” Que cante Toña”, y cantó, dejando petrificado y sin habla al músico poeta, quien sólo atinó a preguntarse de dónde salía esa voz. Desde ese instante, Lara se apropió de la voz de ella, porque la fusión de ambos talentos fue lo más grande que pudo haber ocurrido.

Él refrenda el recuerdo: “En 1932 escuché a una joven cantante desconocida. Abrir ella la boca y abrirla yo también, pasmado, fue todo uno. Cuando la oí cantar en aquella fiesta me levanté para preguntarle quién era, de dónde había salido. Me respondió que le decían Toña La Negra y que era del barrio de la Huaca. Impresionado, la invité a comer al día siguiente, para descubrir que había llegado una nueva musa a mi vida. Escribí “Lamento jarocho” sólo para ella”.

Así, días después de cumplir los 20 años, Toña La Negra debutó como cantante exclusiva de los temas de Agustín, y vinieron los delirios multitudinarios en el teatro capitalino “Esperanza Iris”, la locura en el “Politeama”, la conmoción y la conquista del corazón de un México que se reencontraba a través de ese dúo inmortal.

No sólo fue intérprete de Agustín Lara, sino de compositores y poetas que combinaban el hacer y el decir: entre ellos Rafael Hernández, Sindo Garay, Gonzalo Curiel, Ignacio Piñeiro, Pedro Flores y Andrés Eloy Blanco, además de asumir un papel bien femenino en una época en que a las mujeres se les negaba hasta el voto, tomando un papel que iba más allá de tener hijos y esperar, hermanándose así con María Teresa Vera, Rita Montaner, Omara Portuondo y otras figuras que reivindican orgullosamente a su género.

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