La hazaña de clasificarse para jugar Liga de Campeones de Europa, ha quedado en eso: en sólo jugarla y poquísimo más.
Por segunda vez en quince años, el Athletic Club de Bilbao logró meterse a la Champions League, algo loable si se recuerda la particular (y limitante) política de fichajes que sigue esta institución: ahí sólo juegan elementos surgidos de cantera y futbolistas vascos (o, en su defecto, de regiones afines a esta cultura, como Navarra).
Por ello, los apodados Leones de San Mamés, que fueran el primer equipo grande en la historia del balompié español, se han habituado a no tener herramientas para pelear por el título de liga. Suficiente mérito ya es que puedan acceder a alguna final de Copa del Rey (la última vez, en 2012, cuando cayeron contra el Barcelona) o que consigan colarse a los primeros cuatro puestos de la clasificación general, lo que representa la posibilidad de ser parte del glamur y los millones de la Champions League.
Sin embargo, han vuelto a fracasar una vez que han logrado meterse al certamen más importante a nivel de clubes. Tal como en su anterior participación, en la campaña 1998-99, más ha durado el festejo que la vigencia en el torneo, porque otra vez están fuera cuando apenas se han jugado cuatro cotejos.
Su grupo parecía especialmente accesible; ni potencias inglesas, ni italianas, ni alemanas: Oporto (que de momento no es el mejor en el certamen portugués), Shakhtar Donetsk (debilitado por la crisis ruso-ucraniana que le obliga a ser local a cientos de kilómetros de su bombardeado estadio) y BATE Borisov bielorruso; en términos generales, tres cuadros contra los que tendría que haber podido pelear sin mayor complejo.
Una oportunidad histórica ha sido desperdiciada por el conjunto vasco, pero si en casa (que suele ser un fortín en liga ibérica) empata uno y pierde otro, y fuera de ella cae incluso con un BATE que en sus otros tres choques ha totalizado dieciocho goles en contra, entonces no hay manera.
Algo similar a lo sucedido un año atrás por la Real Sociedad, exultante cuando calificó a la Champions, aunque frustrante en ella al sumar apenas un punto de doce disputados. Lo mismo podemos decir del Osasuna, del que Javier Aguirre se despidió en 2006 dejándolo en territorio de Champions (máximo hito en la historia de esta institución), sólo para que en plena fase previa los pamplonicas tropezaran y no consumaran su entrada en la competición continental.
Claro que el Athletic ha sufrido bajas importantes, como el traspaso de Ander Herrera al Manchester United, mas eso no resulta consuelo en una entidad forjada a base de superarlo todo y mostrarse fuerte sin renunciar a su romántica tradición.
Si el único anhelo posible en San Mamés es meterse a la Champions y cada que eso sucede (digamos, cada década y media) se salda con tamaña frustración, entonces no hay argumentos para mayor optimismo.
Un error: que la meta no puede ser meterse, sino mantenerse, punto de partida que vuelve a condenar a los leones. Como dice la canción: calificaron a Europa tras un temporadón… ¿Y todo para qué?