El muro de Berlín se convirtió, al mismo tiempo, en el símbolo de la depresión post Segunda Guerra Mundial en la que varios países aún pensaban que una división cartográfica reflejaba una división ideológica.
Los acuerdos entre las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (EU, URSS, Reino Unido y Francia) marcaron en 1949 la división del mundo en dos bloques y Alemania, que desencadenó la contienda y luego fue su gran perdedora, se convirtió en arquetipo de ese reparto.
La caída del que unos denominaron “muro de la vergüenza” y otros “muralla de protección antifascista” abrió el camino hace 25 años a la reunificación de Alemania y simbolizó para la posteridad el fin de la Guerra Fría.
La ciudad de Berlín quedó en el corazón de la República Democrática Alemania (RDA), bajo el control soviético, y fue dividida a su vez en cuatro sectores.
Alemania Oriental perdió una sexta parte de su población en sus primeros años de existencia por la masiva emigración de ciudadanos hacia el oeste.
El próximo domingo Berlín volverá a ser dividida… pero con ocho mil globos que se encargarán de dibujar una frontera luminosa a lo largo de 15 kilómetros.
En efecto, lo que ocurrirá el próximo domingo será un simple acto-lúdico-memorístico, porque atrás, se ubica el dolor combinado con la tristeza de, ese sí, un muro infranqueable.
En 1952 el partido comunista de la RDA comenzó a blindar la frontera con la República Federal Alemana (RFA) y en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961 decidió sellar la más porosa, la que separaba el sector comunista de Berlín de los sectores estadunidense, francés y británico.
En junio de 1963, en plena Guerra Fría, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, fue el primer jefe de Estado de una gran potencia que visitaba Berlín oeste y, ante el ayuntamiento del que era alcalde entonces Willy Brandt, pronunció su ya legendaria frase: Ich bin ein Berliner (Soy un berlinés).
Veinticuatro años después, Ronald Reagan, con su capacidad histriónica innata, sensibilizo al mundo con las siguientes palabras: “Señor Gorbachov derribe el Muro. Señor Gorbachov, abra la puerta”. Y es que la Perestroika de Gorbachov en la URSS, como lo ha recordado la canciller Angela Merkel, o su debilidad e incapacidad para sostener el régimen, como sostiene el ex canciller Helmut Kohl, fueron uno de los factores clave en la caída del telón de acero.
El muro se fisuró en mayo de 1989, cuando Hungría comenzó a desmantelar la alambrada eléctrica que la separaba de Austria; pocas semanas después, decenas de miles de alemanes orientales utilizaron esa vía para llegar a Occidente y otros muchos decidieron ocupar las embajadas de la RFA en Budapest, Varsovia y Praga.
Los movimientos a favor de los derechos civiles comenzaron a cobrar visibilidad en la RDA, pasando de tímidas protestas a masivas manifestaciones que exigían reformas, al grito de Wir sind das Volk (Nosotros somos el pueblo).
Ante la presión popular, las incesantes manifestaciones y la fuga masiva de ciudadanos a Occidente el 18 de octubre de 1989 se vio obligado a abandonar todos su cargos el máximo mandatario de la RDA, Erich Honecker.
Pero la calle ya no era del Partido Socialista Unificado (SED); el 4 de noviembre Berlín oriental acogió la mayor manifestación de la historia de la RDA y cientos de miles de personas reclamaron pacíficamente libertad de opinión, reunión y prensa.
Kafkiano o no, el escenario que precipitó el fin de la Guerra Fría fue de naturaleza burocrática. En una conferencia de prensa emitida en directo, el vocero del Politburó de la RDA, Günter Schabowski, leía un comunicado de sus superiores sin conocer el contenido. Frente a él, la atención del mundo entero. “Se podrá viajar fuera de la RDA sin condiciones previas”, leyó. “¿Cuándo?, se escuchó en la sala. Era la voz del periodista Peter Brinkmann, del periódico Bild Zeitung. Schabowski respondió: Según entiendo yo… inmediatamente”.
A las 22:00 horas se abría el primer paso en la Bornholmer Strasse y esa misma noche miles de ciudadanos cruzaron el muro hacia el oeste sin visados ni pasaportes, ante una policía desbordada por la situación y sin instrucciones.
Después de 28 años, dos meses y 27 días, la frontera de hormigón armado desaparecía y comenzaba el proceso de reunificación de Alemania, que culminó el 3 de octubre de 1990 con el Tratado de Unidad, la disolución de la RDA y la incorporación de su territorio al de la República Federal de Alemania (RFA).