En una acción típica de esquizofrenia, el PRD emitió el sábado un boletín oficial para solidarizarse con los padres de los 43 normalistas desaparecidos y decir que “comparte su exigencia (a la PGR) de dar resultados indubitables”.
Sólo que el PRD parece olvidar que los normalistas fueron desaparecidos por una banda del crimen organizado coludida con la policía municipal de Iguala de la Independencia, Guerrero, cuyo alcalde perredista, José Luis Abarca y su esposa, como precandidata perredista, dieron la orden a los policías que detuvieran a los estudiantes y los entregaran a los criminales. La autoridad superior del alcalde era el gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero.
De ahí la certeza de que los padres de los normalistas están medrando políticamente con la memoria de sus hijos desaparecidos porque culpan al gobierno federal de lo que no hizo y están centrando la atención en la identificación de restos y no en tres hechos:
-La criminalidad del PRD en el ejercicio del poder.
-Los papeles de Aguirre, Abarca y su esposa como precandidata.
-La desaparición de estudiantes fue consecuencia de actos criminales del ejercicio perredista del poder.
Los líderes Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete, López Obrador y Marcelo Ebrard, los ex gobernadores Zeferino Torreblanca y Aguirre y los líderes morales Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador tienen una corresponsabilidad en las acciones de Aguirre y Abarca mucho más importante a la pericial de la PGR y del propio Presidente de la República. Los estudiantes desaparecidos y posiblemente muertos le pertenecen en responsabilidad al PRD.
De ahí que haya que poner atención al liderazgo de los padres de los normalistas desaparecidos para identificar sus tendencias políticas; en la organización ya se colaron grupos radicales de la guerrilla y del PRD. Lo que olvidan los estudiantes de la normal -olvido político, naturalmente- es el hecho de que los gobernadores perredistas Torreblanca y Aguirre reprimieron con la policía las protestas estudiantiles, por lo que la desaparición no fue un hecho inusual sino un método político de ejercicio del poder perredista.
La radicalización violenta de las protestas por la desaparición de normalistas y las acciones mediáticas de los padres de los desaparecidos han sido contra la PGR y el Presidente de la República pero no del PRD ni de los líderes responsables de imponer y luego de encubrir a Aguirre y a Abarca. Esta inculpación le dio un giro político a la resistencia. Paradójicamente los padres quieren linchar a los investigadores periciales de los supuestos restos humanos y se niegan a exigirle al PRD la responsabilidad de haber llevado al poder a Aguirre y a Abarca.
Mientras los padres de los estudiantes desaparecidos y los grupos estudiantiles de apoyo en México y en el mundo no le exijan cuentas a Cárdenas, López Obrador, Ortega, Zambrano, Navarrete, Ebrard, Aguirre, Abarca y Torreblanca en las instalaciones del PRD, su lucha no será humanitaria sino perversamente política y en nada honra la memoria de sus hijos.
En esa esquizofrenia se ha montado el PRD con sus boletines lacrimógenos y solidarios con los padres sin que hasta ahora haya habido una explicación política sobre la corresponsabilidad que debe asumir el PRD en la selección de candidatos. Y de paso le tocaría al panista Gustavo Madero porque fue el operador de la declinación del candidato panista a gobernador en el 2010 para cederle votos a Aguirre y al PRD.
Al final, los normalistas desaparecidos quedaron en una bandera política de sus padres y compañeros contra el sistema priista. Tienen todo el derecho de hacerlo, pero hay que desenmascarar su lucha política oculta.