Hay que decirlo sin rodeos: La política económica del gobierno federal, vía deuda y déficit, está elevando peligrosamente los riesgos de la economía al apostar todo a un crecimiento potencial que -ni siquiera ellos- creen poder alcanzar. Están jugando con fuego.
En su edición de noviembre la revista Alto Nivel publica en su portada un reportaje que advierte sobre los riesgos que ha asumido Peña Nieto en su afán de reactivar el crecimiento a través de una política fiscal contradictoria, intervencionista y, claramente, con motivaciones electorales.
“Con el fin de reactivar el crecimiento, el gobierno solicitó al Congreso autorización para romper, de manera excepcional y con carácter transitorio la ley de “déficit cero” (…) y alcanzar un déficit público de 1.5% del PIB en 2014, para reducirlo a 1% en 2015 y regresar al equilibrio presupuestario en 2017.
Esa política, en sí misma, es un principio loable que bien ejecutada puede rendir buenos frutos: lo hizo EU durante la crisis y le va bien; se resistió a hacerlo Europa y corre la suerte contraria (…) Y es que recurrir a políticas fiscales contra cíclicas como estrategia de política pública es deseable. Lo importante de la disciplina fiscal es preservarla a lo largo del tiempo, a lo largo de los ciclos expansivos y contractivos de la economía.
(…) Una política fiscal expansiva se puede articular, en esencia, a través de una disminución de impuestos que libere recursos a los agentes privados para estimular el gasto de consumo e inversión privada. También a través de un incremento del gasto público que compense la debilidad de la demanda privada. O, ambas políticas conjuntamente, como hizo Estados Unidos durante la llamada “Gran Recesión”.
Sin embargo la administración del gobierno actual realizó una política fiscal contradictoria: por un lado, y a través de la reforma hacendaria, subió impuestos, que es una medida de carácter restrictivo menguando el ingreso disponible de las familias y generando inflación. Así que, en vez de alentar el consumo y la inversión privada, la reprimió; si bien, en contrapartida, incrementó los ingresos tributarios no petroleros.
Por otro lado, y con el objetivo de cumplir el déficit fiscal de 1.5% del PIB, ha conducido un colosal programa de gasto público en el que ha empleado tanto el aumento de la recaudación derivado de la reforma hacendaria, más los recursos establecidos para alcanzar la meta de déficit.
Así que todo el esfuerzo fiscal para reanimar la actividad quedó en manos del gasto público. Visto así, el gobierno de Peña Nieto recurrió a la política fiscal más intervencionista posible: extrajo recursos del sector privado para hacer uso de ellos a través del consumo de gobierno.
(…) Ese comportamiento se observa en los números de las finanzas públicas: el gasto público durante el período enero-agosto de 2014 se incrementó 15.2% nominal. Un crecimiento que sobrepasó en mucho al de los ingresos, que aumentaron a un ritmo de menos de la mitad, de 6.6%. El resultado es un déficit público acumulado hasta agosto de 353 mil 441 millones de pesos, más del triple de lo registrado durante el mismo período de 2013.
La estrategia en sí no ha traído muy buenos resultados durante la primera mitad del año. Un caso es el consumo privado, que representa en torno a 68% del PIB y que había crecido a una tasa promedio de 2.5% en 2013, apenas se expandió 1.4% durante la primera mitad de 2014 como resultado, en gran medida, del impacto negativo del alza de impuestos de la reforma hacendaria.
Esa decisión restó en torno a 0.8 puntos porcentuales en el crecimiento del PIB. El efecto contrario se produjo en el consumo de gobierno: pasó de crecer, en promedio, 1.2% en 2013, a aumentar 2.5% en la primera mitad de 2014. Sin embargo, el consumo de gobierno representa sólo algo más del 10% del PIB. Pero esa mejora en el gasto público sólo aportó 0.2 puntos porcentuales al crecimiento del PIB.
Tampoco se observa un efecto multiplicador por el lado del gasto público: la inversión privada, medida por la formación bruta de capital fijo, permanece deprimida: se contrajo 1.8% durante 2013 y durante la primera mitad de 2014 se redujo 0.6%.
Así que si bien la orientación de la política fiscal era aceptable, la manera de articularla no ha sido la más propicia para estimular el crecimiento debido al elevado costo infligido al sector privado”.
Si a lo anterior, le agregamos una calidad cuestionable del gasto dirigido a sectores y regiones con fuerte retribución político-electoral, veremos que se está jugando con fuego. ¡Cuidado!