Cerca de 49% de los menores migrantes no acompañados que cruzan territorio mexicano en dirección a Estados Unidos requieren medidas de protección internacional, aseguró Hamdi Bukhari, representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en México.

 

Al presentar el estudio “Arrancados de raíz”, que analiza la situación de estos menores, el representante detalló que hacia falta un estudio detallado para ver las razones de esta migración.

 

Se estudió a la población migrante que proviene de Honduras, Guatemala y El Salvador (zona de Centroamérica conocida como “El Triángulo del Norte”) y se encontró que los motivos del éxodo son la pobreza y la marginación social, pero también los alarmantes niveles de violencia y crimen organizado, que recluta forzadamente a los menores.

 

Aunque también destacan la violencia de género y la intrafamiliar, que hacen que 48.6% de estos menores requieran protección internacional.

 

Aunque Hamdi Bukhari reconoció el adecuado trabajo de instituciones mexicanas como el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, aseguró que, de acuerdo con los resultados del estudio, es necesario reforzar la capacitación para que los funcionarios identifiquen a niños con necesidad de protección.

 

Específicamente, es necesario establecer medidas efectivas para no deportar a menores que corren serios riesgos y considerarlos bajo el esquema de protección internacional.

 

De acuerdo con Abbdel Camargo, autor del estudio, 90 po% de estos menores no acompañados tienen entre 11 y 17 años y de ellos, la mitad son hondureños.

 

Además, el estudio reveló algunas condiciones sociales que explicarían por qué estos niños salen de sus países sin compañía. Por ejemplo, 40% son huérfanos de padre o madre; 20% jamás ha vivido con sus padres y 37% se ve obligado a trabajar.

 

Aunque las tres principales causas identificadas como motivo original del desplazamiento son la violencia, la desprotección estatal y la pobreza, visto más de cerca la fragmentación de la comunidad y la familia ocupan lugares importantes.

 

Por ejemplo, muchos niños entrevistados en las estaciones migratorias de Tapachula, Chiapas, e Iztapalapa, en la Ciudad de México, afirman que les faltan expectativas de escuela, de salud y de un eventual trabajo en el futuro y por eso huyen.

 

Además, aunque muchos han sido víctimas o testigos de delitos graves, no pueden identificar claramente la violencia como causal de su salida, lo cual habla de “la normalización de la violencia”. De hecho, a muchos no siempre les preocupaba su bienestar, a pesar de ver graves delitos a su alrededor.