Días dolorosos para Estados Unidos. El veredicto del caso del adolescente negro Michael Brown, asesinado a tiros en plena calle por el policía blanco Darren Wilson en Missouri, ha abierto viejas heridas. Y es que las tensiones raciales siguen estando ahí, apenas debajo de la piel de la sociedad estadunidense. Los disturbios, saqueos y demás son reprobables pero tienen una explicación. La pregunta importante es hasta dónde llegará el ánimo de protesta y qué hará Barack Obama. ¿Se animará a viajar a San Luis para dar un discurso de reconciliación? No es imposible.

 

Y por cierto: todavía no se cumple un mes de la enorme derrota de su partido en las elecciones de medio término y Obama ya demostró lo que pretende hacer con el tiempo que le queda en la Casa Blanca…, y parece que no tiene intención alguna de quedarse calladito. Primero anunció una serie de medidas para dar alivio a casi la mitad de los once millones de indocumentados que viven en Estados Unidos. La “acción ejecutiva” tendrá alcances considerables y seguramente le ganará no pocos enemigos entre el partido republicano. Por si eso fuera poco, Obama gestionó la salida de Chuck Hagel, su Secretario de Defensa. Hagel, un antiguo senador, terminó pagando los platos rotos tras las críticas a la política exterior de Obama, sobre todo en el caso de Siria y el Estado Islámico. En cualquier caso, su despido demuestra que Obama no tiene planeado nadar de muertito.

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Y lo que se va a poner interesante es la batalla por la Casa Blanca en el 2016. Entre los republicanos hay al menos 10 candidatos viables y para todos los gustos. Será una contienda muy divertida. La noticia es que lo mismo va  a pasar con los demócratas. Aunque mucho tiempo se pensó que Hillary Clinton sería la candidata de consenso, lo cierto es que a la señora  Clinton le están empezando a aparecer contendientes. Uno de ellos, el exsenador Jim Webb, un hombre articulado y más conservador que Clinton, dijo que está listo para subirse al ring. Del plato a la boca, doña Hillary…

 

Y el que no da una es el presidente turco, Recep Erdogan. Ya en el pasado ha sido muy criticado por adoptar posturas aparentemente misóginas con tal de apaciguar los ánimos de los miembros más radicales de la sociedad musulmana de su país. Pero ahora sí se voló la barda. Erdogan declaró que “las mujeres y los hombres no son iguales” y aclaró que abogar por la igualdad de género es “ir contra la naturaleza”.  Y lo mejor es dónde dijo estas barbaridades. En Estambul… ¡en una conferencia dedicada a la mujer! ¡Aplausos!