No se sabe, a puertas abiertas, quien asesora al presidente de México Enrique Peña Nieto. Pero la verdad es que lo están haciendo muy mal; de forma que más que ayudarle parecen sus enemigos declarados; o sabotaje; o acaso sea él quien ‘no ve ni oye’ a quienes le dicen lo que pasa y lo que ocurre en el país. Y se va por la libre.
Y ahí está –como ejemplo- lo ocurrido después del jueves 27 de noviembre: Al presidente mexicano se le vino el mundo encima luego del anuncio de sus diez mandamientos para el Plan de Seguridad Ciudadana:
“No creíble; no comprensible; lejos de la realidad nacional”. “¿De qué está hablando?”. “Agravio al federalismo por aquello de la reforma al 115 y 116 constitucionales”… y “Nada tiene que ver con lo que pasa en México”; “Frustrante” dijeron muchos más de lo que él mismo presidente esperaba. Incluso esas publicaciones a las que se pagaron tantos miles de dólares para hacer la apología del gobierno federal mexicano hace apenas unas cuantas semanas, como es la revista británica The Economist.
Y es cierto. El famoso Plan de EPN es un hilván pero no la solución; es una forma de salvar el pellejo del gobierno federal pero no a los mexicanos todos. Y, por tanto, hay razón para no creer.
Nos han dicho tanto en todo este tiempo y nada de cómo solucionarán los grandes problemas nacionales de hoy. Las tragedias mortales están a la vista. Agresiones del crimen organizado. Corrupción política, de partidos y de las fuerzas públicas. Pobreza. Desigualdad. Injusticia social. Desempleo que se vuelve delincuencia. Quebranto. La simulación del triunfo económico de México nos agobia en la realidad de los bolsillos.
Los Diez Mandamientos incluyen promesas antiguas y trabajos en proceso: poco nuevo: ‘Much ado about nothing’, diría Shakespeare.
Así que de pronto, muchos de los actores políticos de México, de organizaciones empresariales a partidos políticos –que son esencialmente lo mismo-, intelectuales orgánicos o inorgánicos, periodistas de todos colores, declaran que el Plan de Peña Nieto está mal y que merece pensárselo mejor. Incluso el dirigente priista, César Camacho Quiroz, dijo que harían algunas propuestas de agregado al mismo.
Y sí: El Plan del presidente Peña Nieto parece estar hecho del acopio de lo que se encontraron por ahí los asesores. Hilvana una prenda que parece que no tiene solución pero a la que hay que darle ‘una manita última’ a ver si pega.
La famosa propuesta del jueves 27 de noviembre es un caso vivo de que el gobierno federal necesita entender más y compartir más con los ciudadanos de a pie. Y cuando se dice compartir quiere decir gobernar con todos, incluir a todos y hacer proyectos y planes que involucren a todos y en base a su voluntad. Es un sentido amplio de la democracia.
Lo que se vio y se escuchó ese día es un mandato, no una reflexión que invoque a la unidad y a la participación, a la opinión y al desahogo de inconformidades para darles sentido y solución. A partir de reformas legislativas se quiere solucionar el gran problema nacional estructural, orgánico y de fondo.
El presidente Peña Nieto necesita entenderse con los ciudadanos del país mexicano. Por el momento no camina con ellos. A veces da la impresión de que no ha dejado de ser gobernador del Estado de México y, por lo mismo, sus actos de gobierno parecen ser más una solución estatal, no nacional. Y sus diez mandamientos caminan solos.
Y, aprovechando el viaje, el presidente quiere ajustar cuentas con instituciones históricas y eficientes si se cumple con la ley. Esta vez tira del municipio; el mismísimo municipio que es escuela básica de democracia y que es la esencia del sistema administrativo y político de este país. Una institución indispensable de gobierno, administración y desarrollo pagará los platos rotos.
Así que de pronto el presidente de México decidió proponer reformar los artículos 115 y 116 constitucionales en un afán de controlar el crimen organizado infiltrado ahí; sin intentar, por lo menos, solucionar el problema de origen: el de la corrupción en gran parte de la administración pública de todo el país. Corrupción hay en todos los niveles de gobierno aquí.
Pero ya. Las propuestas presidenciales parecen dictadas desde otro ámbito ajeno al nacional. Parecen hechas para cumplir con intereses ajenos a los de la nación; parecen ser puestas al cuidado de la seguridad nacional que no es la seguridad nacional de México.
¿Y por qué no se acerca el presidente mexicano a los mexicanos? Ser mandatario no es lo mismo que ser hombre de Estado. Cosas diferentes, a saber.
En fin; lo dicho: que después de todo, y de sus intentos por hacernos creer que el gran anuncio nacional era el de la solución, el presidente mexicano nos informa de decisiones que tienen que ver con la subsistencia de su gobierno, pero no para la tranquilidad y la felicidad y la ley y la justicia y la igualdad y la no pobreza nacionales.
Vaya que entre el gobierno federal y los ciudadanos de todo el país hay incomprensión, y no precisamente porque los gobernados se pongan sus moños…