FRANCIA. Marine Le Pen se dio hoy el baño de autoestima que pretende convertir en el trampolín desde el que lanzará su asalto definitivo al Elíseo, anhelo del ultraderechista Frente Nacional (FN) desde hace más de cuatro décadas.

 

El XV Congreso del partido, celebrado este fin de semana en Lyon, glorificó un liderazgo sin fisuras -frente al cainismo reinante en las filas socialistas y conservadoras- y consagró un discurso que no se aparta un ápice del conocido hasta ahora.

 

El FN cerró filas en torno a su polémica y carismática líder, a la que respaldó prácticamente por aclamación al considerar que ella es el gran activo de la formación para obtener una histórica victoria electoral.

 

En su discurso de clausura, Le Pen -a quien todas las encuestas sitúan en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017- lanzó una diatriba contra la globalización, la Unión Europea y la clase política tradicional, a las que acusa de haber llevado a Francia al declive.

 

El FN vive en pleno proceso de mutación antropológica: se ha puesto la corbata, se ha quitado unos cuantos años de encima, ha entrado en la universidad y ha moderado el discurso para no asustar a quienes lo miran con recelo.

 

“El pueblo nos espera, debemos mostrarle nuestra determinación y nuestra capacidad de cambiar su destino sin causar problemas ni poner en peligro el equilibrio de la nación”, dijo Le Pen ante una audiencia entregada que la interrumpió constantemente con aplausos.

 

En las gradas del Palacio de Congresos de Lyon, con militantes venidos de todas partes de Francia, dos cánticos se repetían con fuerza: “¡Estamos en nuestra casa!”, y, por supuesto, “¡Marine presidente!”.

 

Uno de los presentes, Jean Gratade, dirigente local del partido en Borgoña, se mostraba convencido de que el FN está ya listo para tomar las riendas del país.

 

“Estamos preparados para resistir a los poderes tradicionales y contamos con la ayuda de nuestros aliados europeos, que tienen los mismos problemas que nosotros, como la inmigración, la inseguridad o un euro demasiado fuerte que hace mucho daño, por ejemplo, a nuestros amigos españoles”, señaló a Efe Gratade.

 

Como recordó Le Pen en su intervención, todo ha ido muy rápido y muy lejos para el Frente Nacional desde que ella misma fue nombrada presidenta en el último congreso, allá por enero de 2011.

 

Han sido el partido más votado en Francia en las pasadas elecciones europeas, con un 25 % de los sufragios, y se han convertido en una alternativa que parece real gracias, sobre todo, al descrédito del Partido Socialista y de la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP).

 

“¡Sarkozy, Hollande, habéis fracasado en todo!”, dirigió Le Pen a los dos últimos presidentes franceses entre los abucheos del público.

 

Tratando de aprovechar la impopularidad de las dos grandes corrientes políticas en Francia, Le Pen, de 46 años, reivindicó a su partido como el único legitimado para poder hablar de la República y de sus valores.

 

Y recordó que a su juicio, Francia se halla en un “cruce de caminos” en el que la globalización y la Unión Europea la van a transformar “en otro país diferente”.

 

El congreso, trienal según los estatutos, se desarrolló conforme a lo previsto, sin grandes aportaciones al cuerpo ideológico del FN más allá de algunas vagas alusiones a la ecología o al derecho a la libertad individual en internet.

 

El interés radicó sobre todo en la batalla por posicionarse tras la líder -quien de todos modos hace poco proclamó que en su partido “no existe un número dos”-, en la que se impuso la benjamina de la dinastía lepenista, Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de Marine, frente al vicepresidente y mano derecha de esta, Florian Philippot.

 

GH