Ante la debacle del PRD por la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas, la separación de López Obrador, las corruptelas de Marcelo Ebrard y la apropiación del partido por la tribu “Aguilar Talamantes”-Los Chuchos, Miguel Ángel Mancera emergió como la figura de refresco del perredismo y por tanto el objetivo a destruir políticamente.

 

Pero no sólo desde dentro del perredismo quieren bajarlo para evitar su consolidación, sino que desde fuera también han puesto a Mancera como una diana política. Sin embargo, a pesar de una baja en su calificación que debe venir como efecto Cárdenas-Los Chuchos y las decisiones federales de contener por la fuerza las protestas por el secuestro de normalistas ordenado por el alcalde perredista de Iguala, la posición política de Mancera es la más firme que le queda al perredismo.

 

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Lo que más ha dañado a Mancera es el fuego amigo: sin ser perredista afiliado pero gobernando el DF en nombre de las siglas del PRD y autodefinido como de izquierda, Mancera sería la única figura calificada políticamente y ajena al tribalismo perredista que pudiera reconstruir una parte del perredismo. Sin embargo, el PRD tiene uno de los lastres más pesados de su historia: el desprestigio de Los Chuchos no sólo en asuntos políticos sino porque esta tribu representa la más grave represión social en su historia: el secuestro y probable asesinato de 453 estudiantes de la normal de Ayotzinapa.

 

Del lado de enfrente, Mancera tendrá que lidiar con la alianza perversa entre López Obrador y su hijo político Marcelo Ebrard, a quien Mancera le encontró gravísimas irregularidades de corrupción en la Línea 12 del Metro, entre otras. Formado en el salinismo, asesor político de Salinas en los años en que el PRI y el salinismo reprimieron política, electoral y criminalmente al PRD, Ebrard sigue con su objetivo de ser candidato presidencial en el 2018 en una alianza AMLO-PRD-PAN. Sólo que las irregularidades en la Línea 12 que Mancera no quiso solapar a pesar de las amenazas de Ebrard han cambiado el escenario político de Ebrard y de la coalición lopezobradorista.

 

Lo que viene en los próximos días es una campaña contra Mancera proveniente de las alianzas perredistas lastimadas por los crímenes de Iguala y la falta de apoyo del PRD al gobierno del DF. Sin embargo, este regateo le podría beneficiar porque tendría la oportunidad de deslindarse de esa parte del partido que salió contaminada por Iguala y por la falta de estrategia política en las protestas anarquistas en el DF en las que el PRD careció de presencia y liderazgo.

 

Los negativos de Mancera tendrán que ver más con las secuelas de problemas derivados de la estrategia general fallida del PRD que con funcionamientos gubernamentales. Las bases perredistas quieren seguir operando en la impunidad de la agresión a policías en protestas callejeras como parte de la debilidad perredista para impedir la infiltración de anarquistas con bombas molotov. Sin resguardar el orden mínimo en el DF, la gestión perredista en el gobierno capitalino será ineficiente.

 

Luego de Michoacán y Guerrero, lo que le queda al PRD para aspirar al 2018 es demostrar en el DF que se puede gobernar sin llegar a las represiones ni a las complicidades. Por eso viene un “Todos Unidos contra Mancera”.