Luego de ser descubierta derrocando gobiernos y asesinando líderes políticos y luego espiando dentro de Estados Unidos, ahora la CIA es acusada por el Senado estadunidense de torturar a detenidos acusados de terrorismo.

 

Aunque el reporte del Senado abre un debate contra George W. Bush por haber autorizado la tortura, de todos modos afectará a Barack Obama porque mantuvo las leyes patrióticas y la tortura a detenidos y pone a la CIA en el centro de la discusión porque la agencia de espionaje e inteligencia depende directamente del presidente de EU.

 

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La tortura fue una técnica de interrogatorio aprobada por la Casa Blanca, procuradores y secretarios de Defensa de Bush y Obama pero no fue novedad porque existió desde que Washington optó por la línea imperial. Oficinas de EU enviaron en los sesenta y setenta a asesores militares a América Latina y a Vietnam para capacitar a policías locales en el uso de la tortura para obtener confesiones. La práctica se revivió después de los ataques del 9/11 de 2001.

 

El gobierno de EU no se preocupó por las repercusiones. La tortura ha sido parte de las leyes patrióticas de Bush y Obama para luchar contra el terrorismo como realidad pero también como amenaza que pueda cohesionar a sus aliados bajo el paraguas de dominación de seguridad nacional.

 

La tortura fue, inclusive, asumida con frivolidad por funcionarios del primer círculo de Obama. En un memorándum de aprobación de aplicación de la tortura, el 2 de diciembre de 2002, el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld se permitió una ironía: como el documento de permiso del consejero general del Pentágono William J. Haynes III recomendaba mantener a los prisioneros de pie hasta por cuatro horas, Rumsfeld agregó con letra manuscrita que eran pocas porque él como funcionario a veces permanecía de pie entre ocho y diez horas.

 

El reporte del Senado, impulsado por la demócrata Dianne Feinstein, de todos modos afectará a Obama porque el año pasado los legisladores denunciaron presiones y espionaje de la CIA en su contra por la redacción del reporte, porque la tortura a detenidos permitió que la CIA en tiempos de Obama pudiera conseguir datos que permitieron el asesinato de Osama bin Laden el 1 de mayo del 2011 y porque Obama extendió la validez de las leyes patrióticas que permitían la tortura.

 

El reporte hace énfasis en el uso de la tortura por la CIA y no pone en duda la validez de las leyes patrióticas. De todos modos, en febrero del 2007 la Cruz Roja Internacional había denunciado las torturas y había exigido que se excluyeran de las prácticas cotidianas de interrogatorio. Para entender en México esas técnicas, se trataba de torturas que aplicó la Federal de Seguridad -con asesoría de la CIA- a disidentes políticos mexicanos en los años de la guerra sucia.

 

Las denuncias del reporte cimbraron a la CIA porque demostraron que ya no se trata de una agencia de recopilación de información para la elaboración de inteligencia sino que la exhibieron como una agencia operativa como la que derrocó gobiernos en el pasado y asesinó líderes extranjeros antiestadunidenses.

 

El reporte Feinstein es mucho más duro e implacable que el reporte Church de 1975 y 1976 que reveló el lado criminal de la CIA.