BRASILIA. Fue el Día Mundial de los Derechos Humanos y la presidenta Dilma Rousseff recibió el informe final de la Comisión Nacional de la Verdad, que investigó las violaciones de derechos humanos durante la última dictadura (1964-1985).
Son alrededor de cuatro mil 500 páginas, divididas en tres gruesos volúmenes. Resultado de dos años y siete meses de trabajo intenso, el informe contiene el resultado de lo que se logró investigar sobre las tenebrosas violaciones de derechos humanos durante esos años, tiempo de duración de la más reciente dictadura militar que sofocó a Brasil en sangre.
El informe, que detalla que la dictadura dejó 434 muertos y desaparecidos, fue presentado en un acto encabezado por Rousseff, quien en su juventud pasó casi tres años presa y sufrió torturas por sus vínculos con un grupo que se alzó en armas contra el régimen militar.
“Este informe contribuirá a que los fantasmas de un pasado muy doloroso y triste no se protejan en la sombra de la omisión”, declaró la presidenta, quien rompió a llorar en medio de su discurso, aunque aclaró que las atrocidades relatadas en el documento “no deben ser motivo para odios o ajustes de cuentas”.
El voluminoso informe detalla miles de casos de persecuciones y torturas, identifica también a unos 300 agentes del aparato represivo que, pese los testimonios y pruebas recogidas en su contra, no podrán ser llevados ante la justicia.
La Comisión, integrada por Rosa Cardoso, ex defensora de Dilma ante los tribunales militares de la dictadura, incluyó en su informe final la “recomendación” de juzgar a los culpables de delitos de lesa humanidad.
La sugerencia fue incluida en el capítulo de conclusiones del vasto informe, que reabre una polémica sobre la Ley de Amnistía, dictada en 1979 por el propio régimen militar. La norma aún vigente, tras doce años del Partido de los Trabajadores en el gobierno, impide juzgar a los represores y responsables de torturas, desapariciones y otros crímenes.
Rousseff, cuyo gobierno ha manifestado “respeto” por la decisión del Supremo y afirmó que Brasil reconquistó la democracia en 1985 “a su manera.
“Este trabajo es resultado de esfuerzos por alcanzar la verdad y el respeto a la memoria”, pero también pretender ser un “estímulo a la reconciliación nacional”, declaró la jefa de Estado.
La presidenta añadió que “conocer la historia es imprescindible para construirla mejor” y subrayó que “la verdad no significa revancha”, sino que “es dar luz a todo lo que permaneció oculto” y permitir que “todo pueda ser explicado, dicho y sabido”.