Estamos frente a un cambio de fondo en las finanzas públicas del país. El precio del petróleo que vende México al mundo ha caído casi 50% desde su punto más alto del año y ayer llegó a su menor nivel desde hace cinco años y medio, al cotizarse en 54.40 dólares el barril.
Entre 2011 y el cierre de este año el valor anual de las exportaciones petroleras de México habrá caído alrededor de 25%; unos 12 mil 500 millones de dólares anuales menos que lo que valían las exportaciones de petróleo crudo de hace tan solo tres años.
Una caída de este tamaño provocada por una menor plataforma de producción y por el desplome de los precios internacionales en unos cuantos meses, evidentemente que tiene impactos en unas finanzas públicas que dependen enormemente de la producción petrolera.
Sólo entre enero y octubre de este año los ingresos del gobierno federal por derechos a los hidrocarburos se redujeron en 34 mil millones de pesos respecto al mismo periodo de 2013.
Con estas cifras de reducción en los ingresos, previsiblemente estamos frente a ajustes económicos que -tarde o temprano- lucen inevitables.
Y es que la caída de los precios petroleros en el mundo no tiene características transitorias. Si bien es cierto que nadie tiene una bola de cristal para adivinar hasta cuándo y a qué nivel rebotarán los precios petroleros, lo cierto es que la adormecida economía mundial no está demandando fuertes cantidades de petróleo, mientras que por otro lado la oferta petrolera mundial se ha expandido motivada principalmente por un importante incremento en la producción estadunidense de los últimos años.
Los precios mínimos alcanzados por el petróleo WTI en alrededor de 61 dólares no parecen haber tocado fondo después de que se diera a conocer que los inventarios del petróleo en Estados Unidos siguen a la alza, que Arabia Saudita insiste en que no ve razones para recortar su producción petrolera y que se hace más evidente la división al interior de los países del cártel petrolero de la OPEP.
Una buena referencia para avistar hacia dónde van los precios petroleros es el mercado de futuros. Ayer el crudo a diciembre de 2015 se cotizó a 64.20 dólares, mientras que para diciembre de 2018 se marcaba a 70.54 dólares el barril. Es decir, todo parece indicar que en lo que resta de este sexenio habrá que despedirse de precios del petróleo por encima de los 70 dólares, a no ser que ocurra algún hecho extraordinario como una guerra o una catástrofe climática que modifique esta tendencia.
Esto, de entrada, implica varios impactos a considerar para las finanzas públicas en México. Que los recursos presupuestales disponibles por la vía del petróleo serán limitados y, por lo tanto, que el gasto público tendrá que adecuarse a esta nueva realidad.
Que el acostumbrado reparto de recursos petroleros a los gobiernos estatales y municipales también será acotado, por lo que los planes de endeudamiento acelerado que han seguido algunos gobiernos locales en los últimos años deberán ser atenuados y vigilados de cerca.
Que el propio Pemex no puede seguir con un plan de endeudamiento tan agresivo como lo ha hecho en los últimos años, especialmente ahora que entrará a una real competencia con las grandes petroleras del mundo.
Que los cálculos de inversión derivados de la apertura petrolera deberán ajustarse a esta nueva realidad que impone un mercado global ofrecido.
Así que si los expertos y los inversionistas en los mercados a futuros no están equivocados, el gobierno federal, los gobiernos locales y los legisladores tendrán que hacer los ajustes pertinentes antes que éstos sean repentinos y dolorosos.