Raúl Velasco no era santo de mi devoción. Sus pataditas a los debutantes me daban mala espina, pero soportarlo era un precio que había que pagar con tal de pasar la tarde con mi abuelita (mi persona favorita) y agasajarme con los éxitos de Flans, Timbiriche, la Onda Vaselina, Locomía y, en domingos muy, pero que muy especiales, de Luis Miguel.

 

Tal vez debería darme oso, pero no, en realidad nunca me he avergonzado de haber visto Siempre en Domingo como lo hice: no digo que religiosamente, pero sí de forma constante entre 1986 y 1994. Algo así. Ocurrían cosas excepcionales, se rompían esquemas. No es cierto, no se rompía nada, pero fue en ese foro que Lucerito se convirtió en Lucero (y nació el mito de su pedo).

 

Un domingo, en Acapulco, la princesa Estefanía de Mónaco se presentó a “cantar”. Recuerdo que salió al escenario en tenis y mi abuelita dijo que cómo era posible que una princesa anduviera en esas fachas. Hubo un show en el que Luis Miguel se veía amarillo. No naranja por el bronceado. Amarillo. Estaba muy… desmejorado y pasó muchos apuros para seguir el playback. Entonces surgieron los rumores de que había muerto y que los shows los hacía un doble.

 

Otro domingo memorable fue cuando debutó Gloria Trevi. Gloria Fucking Trevi. Yo lo vi. Cantó “Dr. Psiquiatra” y bailó como no bailaban Lucero ni Sasha ni nadie. Durante la entrevista, Raúl Velasco le dijo algo así como “¡Cómo no quieres que te miren las piernas con esas medias!” La cita no es exacta. No estoy contando lo que pasó, sino lo que recuerdo.

 

El caso es que desde ese día nos enteramos que había una muchacha muy loqui pero francamente talentosa. Además del vozarrón, el look fue clave. Ivonne de Flans ya había hecho un esfuerzo por salirse del molde, pero nunca alcanzó las proporciones de Gloria Trevi.

 

 

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