Decepcionante, de-cep-cio-nan-te el espectáculo de los neopriistas del siglo XXI que parecen atrapados en un callejón al que no se le ve escape posible. Se las ingeniaron para que se les juntaran los problemas sociales, económicos y políticos. Su megacrisis es múltiple.
Cuando apenas se han cumplido los dos primeros años del sexenio, es inocultable que Enrique Peña Nieto encabeza un gobierno que no atina a encontrar respuesta a los problemas, y aunque muchos de ellos son herencia envenenada de regímenes anteriores o tragedias ancestrales como la miseria de millones de familias, también es cierto que algunos de esos problemas, particularmente en el ámbito político, son responsabilidad exclusiva del grupo que llegó al poder el 1 de diciembre de 2012.
El deterioro social y la maltrecha economía están en una de las peores condiciones que han tenido en varias décadas, y no será fácil ni rápido encontrar el hilo que permita desenredar esas complicadas madejas. La crisis social y económica nos acompañará varios años más.
No sucede lo mismo con la crisis política. Mejor dicho, no tendría que suceder lo mismo.
El poderoso presidencialismo mexicano dota al jefe del Ejecutivo Federal de muchos mecanismos de probada eficacia para enfrentar y resolver -con relativa facilidad y rapidez- los problemas derivados de la política.
Uno de esos mecanismos consiste en la renovación del gabinete. Sorprende que Enrique Peña Nieto no haya utilizado ya el benemérito recurso de hacer cambios en ese grupo, con el propósito de oxigenar el enrarecido ambiente político.
Varios secretarios de Estado han hecho “méritos” más que suficientes para ir preparando las actas de entrega-recepción de sus respectivas oficinas, y heredar el cargo a un sucesor que pueda enfrentar y resolver los problemas que se han convertido en crucigramas irresolubles.
¿Quiénes tendrían que estar listos para cargar por última vez los peregrinos en sus dependencias?
Bastan algunas siglas: Segob, PGR, SCT, Sagarpa, SEP, Salud, Sedesol… para empezar.
¿Se resolverían así los problemas políticos? No, pero sería el principio de la solución.
¿Y nada más?
Pues no. Aparte de quienes ejercen la titularidad en algunas Secretarías de Estado, le convendría a Enrique Peña Nieto relevar también al joven, talentoso y enérgico funcionario que encabeza la Oficina de la Presidencia, área vital en el esquema estratégico y operativo de Los Pinos.
Aurelio Nuño Mayer comienza a resentir los efectos negativos de dos años al frente de esa maquinaria trituradora de funcionarios, y sería de mayor utilidad en una curul en la Cámara de Diputados.
AGENDA PREVIA
¡Ni la burla nos perdonó Luisito! Dice que cuando hizo la bonita operación para adquirir su vivienda de interés social -el 10 de octubre de 2012-, todavía no era servidor público.
No, no era oficialmente servidor público, pero en aquella fecha solamente un súper bisoño podía suponer que se iba a quedar fuera del reparto del pastel, del que le tocó, apenas unos días después, la suculenta tajada de la SHCP. Y resulta que el tal Hinojosa que le dio el crédito hipotecario fue el mismo que se lo dio a la señora Angélica Rivera “para hacerse de su casa blanca”.
A las 17:25 del viernes 12 de diciembre, luego de tres horas de bloquear la Autopista del Sol a la altura del Parador del Marqués, normalistas de Ayotzinapa y organizaciones que exigen justicia por el caso Iguala concluyeron su mitin político-informativo.
¿Entonces para qué hace campaña el supremo gobierno, invitándonos a vacacionar en Acapulco?
Lo peor que podría pasarle a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a la sociedad, es que eligieran como presidente de la misma a Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, quien es el que menos experiencia tiene; apenas se estrenó como ministro hace un par de años, luego de dejar una estela de corrupción en el SAT.