Dos planetas no pueden ocupar el mismo espacio. Así lo demostró la física durante los siglos pasados: WiFi frente a la pesada maquinaria industrial; Uber versus la industria del taxista desconocido; periódicos distribuidos a través de tabletas frente al papel cuyo costo y distribución del mismo superan al costo marginal igual a cero de las aplicaciones; Amazon en contra de los fabricantes de libreros; la retórica de la insignificancia versus los 140 caracteres de Twitter. En efecto, son dos planetas los que están colisionando en tiempo real: el ingrávido frente al pesado; el transmoderno en contra del prehistórico; el de Jeremy Rifkin versus el renovado de Karl Marx, entiéndase, Thomas Piketty. ¿Capitalismo en el siglo XXI?
La demografía global se encuentra en medio de la revolución WiFi pero, en ocasiones, actúa como si estuviera en los tiempos de Henry Ford donde la venta de automóviles presentaba el siguiente catálogo:
Modelo de auto: Ford T; colores: negro, negro y negro.
La colisión la sufrimos todos los días y su duración es indeterminada en los países que no están desarrollados en su plenitud. Mientras sucede ocurren algunos sucesos peculiares. Me llama la atención la discrecionalidad de Google en países europeos.
Por ejemplo, la industria de la política francesa, experta en negociar con sindicatos, o si se prefiere, sindicatos expertos que negocian subsidios en la Asamblea, logró que Google abonara al sector mediático 60 millones de euros, algo así como mil millones de pesos para utilizar sus contenidos en el buscador. Sin embargo, en España no tuvo éxito la presión de los congresistas del partido dominante, el PP. Lo único que sabemos es que Google, en pocos años, se convertirá en el primer partido político global. Le ganará a los republicanos como a los priistas; tumbará gobiernos represores como el de Nicolás Maduro y el de Erdogan, en Turquía.
Un buen día, María Corina quien es opositora de Nicolás Maduro, se vio en la necesidad de cerrar su cuenta de correo electrónico Gmail porque una mano invasora colocó en ella fotografías de ella. Tiempo después, en la misma cuenta, apareció un conjunto de palabras cuyo significado esbozaba un plan para orquestar un magnicidio. La policía venezolana, es decir, Nicolás Maduro se llevó a las manos a la cabeza: juicio a Corina. Los jueces, es decir, Nicolás Maduro, la mandaron llamar para avisarle la apertura del juicio. La Asamblea, es decir, Nicolás Maduro, ya había pedido la cabeza de Corina meses atrás. Ahora, los jueces, es decir, Nicolás Maduro, tendrán que solicitarle a Silicon Valley una investigación sobre el manejo de la cuenta. Por supuesto que Maduro tendrá que inventarse un mejor cuento para decir que Silicon Valley, al formar parte del imperio maligno, orquesta un complot en contra suya. Son los efectos de la colisión interplanetaria.
En India, la violación a una adolescente en el interior de un auto gestionado por la aplicación Uber dio pie a las autoridades para prohibir el servicio. Como si la solución al terrible problema de las violaciones en aquel país fuera la cancelación de la aplicación Uber. La presencia de Uber en más de 250 ciudades de 52 países no podrá ser acotada por la burocracia tangible. El sector de los taxistas desconocidos está obligado a innovar para competir contra Uber, de lo contrario, pasarán a formar parte de vestigios del siglo Blockbuster.
Raúl Castro se indigna por las intenciones que tuvo el imperio maligno de propagar una revolución a través del rap anti totalitarismo y de la red social ZunZuneo, algo así como la versión beta de Twitter. La realidad es que sobre los Castro circulan drones que recogen información intranscendente.
Así es la colisión interplanetaria.