El papa Francisco merece reconocimiento por ayudar a acercar a Estados Unidos y Cuba y lograr la libertad del estadunidense Alan Gross, pero fue su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, quien realizó las primeras gestiones, animado en parte por un grupo insospechado de activistas.

 

El Comité Judío de Estados Unidos (AJC, por sus siglas en inglés) fue uno de varios grupos judíos que se pusieron en contacto con el Vaticano antes del viaje del entonces papa a Cuba en marzo del 2012. Los grupos le solicitaron al pontífice de origen alemán que le planteara el asunto del cautivo judío al presidente Raúl Castro por razones humanitarias, según se enteró The Associated Press.

 

“Me dijeron que me quedara tranquilo de que (el tema) sería planteado, y de que lo fue”, dijo el jueves el rabino David Rosen del AJC a la AP.

 

Una fuente cercana a los círculos diplomáticos del Vaticano confirmó que Benedicto XVI habló sobre el caso Gross con Castro durante sus encuentros del 27 y 28 de marzo del 2012 en La Habana. Esas entrevistas se efectuaron exactamente dos años antes de que Francisco y el presidente estadounidense Barack Obama conversaran en el Vaticano sobre la detención de Gross.

 

Unos meses después, Francisco le escribió cartas a Obama y a Castro, solicitándoles que solucionaran las “cuestiones humanitarias de interés común, incluida la situación de algunos prisioneros”, al tiempo que ofrecía al Vaticano como mediador con el fin de alcanzar el acuerdo que permitiera reanudar relaciones, informó el miércoles la Santa Sede.

 

Las negociaciones concluyeron en el Vaticano en octubre ante la presencia del principal diplomático de Francisco, el cardenal Pietro Parolin, que hasta 2013 fungió como nuncio apostólico en Venezuela, el aliado más firme de Cuba.

 

Gross fue puesto en libertad el miércoles y regresó a Estados Unidos a cambio de tres espías cubanos que estaban presos, parte de la decisión histórica de reanudar relaciones diplomáticas.

 

Gross dice que lo único que estaba haciendo era establecer acceso a internet para la pequeña comunidad judía de Cuba cuando fue arrestado en 2009, y un tribunal cubano lo sentenció a 15 años de cárcel bajo una ley que incluye crímenes contra el estado. El gobierno isleño considera que los programas como el de la instalación del acceso a internet, que Gross implementaba bajo contrato de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, son intentos por socavar su soberanía.

 

Rosen dijo que, en cuanto se anunció el viaje de Benedicto XVI a Cuba, la comunidad judía se movilizó para cabildear al Vaticano en nombre de Gross, impulsada por el sagrado principio judío de hacer todo lo posible para liberar a los cautivos, así como una preocupación histórica por la detención y persecución de los judíos a causa de su fe.

 

El rabino indicó que habló y le envió correos electrónicos a funcionarios de la Secretaría de Estado del Vaticano y al nuncio apostólico de la Santa Sede en Israel para pedirles que las autoridades católicas plantearan el asunto durante el viaje de Benedicto XVI, arguyendo razones humanitarias.

 

“A nadie se le pidió que presentara ningún argumento de principios sobre si las razones por las que se le había acusado estaban justificadas o injustificadas, ni si se le había tendido una trampa, sino plantear el asunto bajo la base de la compasión”, afirmó Rosen, que como director del departamento de asuntos interreligiosos de la AJC es uno de los socios cruciales de la Santa Sede en lo que respecta al diálogo con los judíos.

 

Durante el viaje de Benedicto XVI a Cuba, al portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, le preguntaron si el asunto de Gross había sido planteado. Lombardi dijo en esa época que se habló de “solicitudes de carácter humanitario”, pero que carecía de información sobre casos individuales.

 

El funcionario, que habló a condición de guardar el anonimato porque carece de autorización para declarar públicamente sobre la diplomacia de la Santa Sede, dijo que Benedicto XVI de hecho sí planteó el caso, diciéndole a Castro que el Vaticano la consideraba una intervención de carácter humanitario dada la deteriorada salud de Gross.

 

Mientras estaba tras las rejas en Cuba, Gross bajó más de 45 kilos (100 libras), desarrolló problemas en la cadera y perdió casi toda la vista del ojo derecho.

 

Junto con Benedicto XVI, en ese viaje estaba el arzobispo Angelo Becciu, segundo funcionario más importante en la Secretaría de Estado y ex nuncio apostólico en Cuba, quien se cree desempeñó un papel destacado para que la iniciativa haya llegado un final feliz.

 

“Es magnífico que Francisco reciba crédito por ello, pero muchas cosas fueron resultado de iniciativas comenzadas por su predecesor”, afirmó Rosen.

 

Sin embargo, aunque Benedicto XVI echó a rodar el balón, Francisco selló el acuerdo valiéndose en parte de su familiaridad con el asunto como el primer pontífice latinoamericano de la historia.

 

“El papa lo ha dicho muchas veces y me gusta repetirlo: cuando hay problemas, se requiere diálogo. Y entre mayores sean los problemas, mayor es la necesidad de diálogo”, declaró el jueves el cardenal Parolin a Radio Vaticano.

 

Por su parte, Francisco elogió el jueves los “pequeños pasos” de la diplomacia que pueden traer consigo la paz.

 

“Y hoy todos estamos felices porque vimos cómo dos pueblos que llevaban tantos años separados dieron ayer un paso para acercarse”, declaró el pontífice a un grupo de nuevos embajadores en sus primeros comentarios al respecto.

 

AH