El pasado lunes una marcha multitudinaria inundó las calles del centro de Caracas gritando consignas como “¡Venezuela se respeta” y “Gringos, Go Home”. Simpatizantes del gobierno venezolano se manifestaron en contra de las sanciones del gobierno estadounidense a funcionarios señalados por violaciones de los derechos humanos.
“Agarren su visa y se la meten por donde tienen que meterse la visa de los Estados Unidos (…) insolentes imperialistas yanquis”, declaró el presidente Nicolás Maduro acostumbrado a criticar la administración de Barack Obama.
Sólo 48 horas después, mientras se encontraba en la reunión del Mercosur, Maduro admitió la histórica resolución tomada por Cuba y Estados Unidos: “Hay que reconocer el gesto del presidente Barack Obama, un gesto de valentía, necesario en la historia, dar un paso, quizá, el más importante de su Presidencia y Cuba de pie allí”.
Con una crisis económica desatada por los bajos precios del petróleo, un escenario de escasez junto a la inflación más alta del mundo (63% interanual) y Cuba iniciando una nueva era en sus relaciones diplomáticas, Venezuela luce sola en la virulenta vocería antimperialista que ha caracterizado a la revolución bolivariana.
Analistas políticos como Nicmer Evans comentaba en Twitter: “En el marco de una grave crisis económica venezolana, este triunfo de la diplomacia cubana y de Obama genera una perspectiva absolutamente distinta al enfoque de la política antiimperialista venezolana (…) hoy el escenario internacional se le mueve al Presidente Maduro, ¿sería consultada esta jugada cubana con el gobierno venezolano en el marco del Alba?”.
Lo cierto es que se auguran grandes cambios en la región y las políticas exteriores deberán plegarse a estas nuevas relaciones como comentó Ernesto Samper, Secretario General de Unasur: “Ha llegado el momento de pensar en un relanzamiento de las relaciones hemisféricas con Estados Unidos”.