La epidemia de ébola en África Occidental entra en su segundo año, tras haber puesto en evidencia las deficiencias de los mecanismos creados para responder a emergencias sanitarias internacionales. En menos de doce meses, la veloz propagación de la enfermedad en Guinea y su salto a Liberia y Sierra Leona causó 17,111 infectados y 6,055 muertos, según datos publicados el pasado día 2 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ahora más del 70% de los infectados son aislados y tratados, y similar porcentaje de entierros se realizan de forma segura.
Esta organización dio la primera noticia positiva desde que se declaró esta emergencia al señalar que desde principios de octubre se ha pasado de una situación prácticamente incontrolable a una relativa estabilización de los casos en los tres países afectados. El próximo paso para la OMS es llegar al cien por cien de cobertura en ambas situaciones, pero esto no significará p oner fin a la epidemia, lo que ocurrirá cuando no haya un sólo caso más de ébola.
La organización sanitaria cree que esto se puede lograr para mediados de 2015, una previsión que choca con el escepticismo y una evaluación más crítica de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Esta ONG, considerada por muchos la fuente de información más fiable sobre la epidemia de ébola, fue la primera en advertir de la gravedad del brote y en desplegar medios extraordinarios para atender a los infectados cuando prácticamente no había estructuras para recibirlos.
La descripción que hace MSF de la situación en los países más afectados difiere en gran medida de la apreciación relativamente positiva de la OMS, pues la primera sostiene que si al principio la respuesta al ébola fue “lenta” y “dispersa”, ahora es “inadaptada”.
Una de sus críticas principales es que lo esencial no es levantar infraestructuras (los centros de tratamiento de ébola) si no se les dota de personal suficiente y debidamente entrenado, y se deja esa tarea a autoridades y ONG que no están preparadas para ello.
Según MSF, faltan instalaciones adecuadas para aislar y diagnosticar a los pacientes allí donde se necesita, lo que la OMS ha reconocido que ocurre en Guinea, donde los centros de tratamientos están concentrados en dos zonas entre 17 prefecturas que han reportado casos.
De Liberia la organización civil afirma que hay áreas con cadenas de transmisión activas y, simplemente, no hay vehículos para transportar las muestras a un laboratorio, mientras que en Sierra Leona la línea telefónica para comunicar casos sospechosos no da abasto.
En cuestión de días y al ritmo al que aumenta la enfermedad en Sierra Leona, este país pronto alcanzará en número de casos a Liberia, donde hasta hace pocas semanas la epidemia se propagaba de forma exponencial y caótica.
Los republicanos recuperan el Senado
Una dura oposición la espera Barack Obama para los dos últimos años de su mandato. Aunque los pronósticos aventuraban que los conservadores se harían con el Senado, la victoria republicana fue mucho más contundente al ganar 9 de los 6 escaños necesarios.
El año 2014 ha sido uno de los más duros para el mandatario en términos de valoración popular, alcanzando cifras récord en negativo que han empujado a su vez al Partido Demócrata a la derrota parlamentaria.
La llegada del virus del ébola al país en las semanas previas a las elecciones y el comienzo de la campaña militar contra el Estado Islámico (EI) debilitaron aún más la imagen de Obama y sus compañeros de partido, ya menoscabada por la fuerte e incesante campaña de oposición de los republicanos contra la ley sanitaria.
“En general, los estudios muestran que los votantes tienen en cuenta la aprobación presidencial al votar para los asientos de la Cámara y del Senado, por lo que el hecho de que los índices de aprobación de Obama se redujeran en muchos estados clave que ganó en las elecciones de 2012 se tradujo en problemas para los demócratas”, explica Christopher Larimer, profesor de Ciencia Política.
Los resultados de los comicios de noviembre otorgaron a los republicanos la mayor victoria conservadora durante la era Obama, en la que queda ya lejos aquel 2008 en el que, aupados por la esperanza de su candidatura, la Obamanía, los demócratas tuvieron el Congreso en sus manos.
Al mandatario le restan dos años en el Despacho Oval en los que deberá trabajar por encontrar puntos de consenso con los conservadores para avanzar en su agenda, y previsiblemente, como ha hecho en materia migratoria, hará uso de su poder ejecutivo para actuar en aquellos en los que no converja.
El nuevo Congreso, que se conformará este enero, tendrá como líder de la mayoría republicana del Senado a Mitch McConnell, quien, al igual que Obama, adelantó la línea de su mandato al día siguiente de la noche electoral.
El senador por Kentucky, conocido por su frialdad y pragmatismo, rechazó que Washington vaya a convertirse en un centro de política “disfuncional”, como muchos han aventurado tras los últimos años de polarización extrema entre las dos bancadas.
McConnell reiteró que “hay que empezar buscando sobre qué aspectos se pueden hacer progresos en común”, aunque insistió en que el Senado volverá “a la normalidad” con su llegada al liderazgo ya que, según consideró, en los dos últimos años no ha hecho bien su trabajo.
“No va a haber una adecuación perfecta, algunas ideas que yo tengo son buenas para la economía pero los republicanos no están de acuerdo, y ellos tendrán ideas que creen que ayudarán a la economía pero yo no creo que ayuden a la clase media”, explicó Obama ante la perspectiva de su último periodo en la Casa Blanca.
“Aun así – puntualizó entonces-, considero que habrá áreas en las que podremos estar de acuerdo”. El comercio exterior o la reforma tributaria son algunos de los temas en los que Ejecutivo y Legislativo podrían adoptar posturas comunes, sin embargo hay otras, como la ley de salud o la propia inmigración, en las que el enfrentamiento parece inevitable.
Obama deja así atrás un año en el que, condicionado por las elecciones legislativas, tampoco ha podido tomar las decisiones que hubiera querido en el momento que hubiera deseado. Sin embargo, el presidente encara 2015 con una oposición más fuerte en el Congreso pero también más volcada en una estrategia política que ya no va con él: llegar a la Casa Blanca en 2016.
Maduro se desespera
Las manifestaciones en Venezuela contra Nicolás Maduro iniciaron el 4 de febrero en la ciudad de San Cristóbal del estado Táchira como consecuencia de la delincuencia, el alto nivel de la inflación y la escasez de productos básicos. El opositor Leopoldo López fue encarcelado.
Los manifestantes alegan que estos problemas han sido causados por las políticas económicas del gobierno venezolano entre ellas los estrictos controles de precios, los cuales han llevado a uno de los niveles de inflación más altos del mundo en la actualidad.
El 12 de febrero de 2014, la ciudad de Caracas se sumó a las protestas, convocadas por los líderes de la oposición venezolana Antonio Ledezma, María Corina Machado y Leopoldo López y organizadas en conjunto con movimientos estudiantiles. Se realizan en varias ciudades del país, y entre las motivaciones alegadas por los manifestantes opositores figuran el descontento ante la supuesta vulneración de los derechos civiles (suspensión de garantías), la escasez crónica de productos básicos, los altos niveles de violencia delictiva y la presunta injerencia de Cuba en la política de Venezuela.
A la par de las manifestaciones de oposición, el Gobierno también convocó a marchas a su favor en Caracas y en otras ciudades. El Ejecutivo afirma que no se han suspendido garantías y que en Venezuela se vive el ejercicio pleno de las libertades civiles. El gobierno de Maduro identifica a los manifestantes y líderes opositores que, según el discurso oficial, promueven violencia y odio como “fascistas”, término que para Emilio Viano, profesor de la American University, es el gobierno de la “revolución bolivariana el que se ajusta más a estas características.