Puse la botella de Bushmills sobre la mesa y encendí mi PS4. Luego de un trago largo de mi bebida favorita me acomodé en el sillón y esperé a que Destiny cargara.
Había esperado desde hace semanas el momento. Disfrutar mi trago favorito, sin trabajo en la cabeza, desconectado. Todo listo para dedicarle las horas que fueran necesarias a la exploración de nuevos mundos, disparos, la configuración de mi guardián. Estaba preparado para repetir la operación todo el día. Era un espacio que venía planeando, había puesto en mi mente que ese día no habría nada más importante que Destiny. Desde que me lo regalaron en mi cumpleaños, no había podido jugar más de una hora seguida. La ansiedad y la paciencia verían su recompensa. Pero ¡oh sorpresa! Destiny no cargó. Jueves 25 de diciembre. Increíble.
Lo primero que pensé fue en mis hijas. Ellas usan mi consola para Netflix. Les dije que algo estaba mal. Algo pasaba. Algo grave. Uno de mis pocos días de descanso, dos de mis vicios frustrados por un mensaje de error al querer conectarme a la PlayStation Network. Revisé mi conexión de internet, traté de cambiar mi contraseña, pero nada. La red de la firma japonesa estaba muerta. Les pedí una disculpa a mis hijas cuando en internet vi que la empresa pedía paciencia a sus usuarios ante la caída del servicio.
¿Paciencia? Carajo, arruinaron mi día de descanso, mis planes de jugar horas enteras Destiny bebiendo Bushmills. El futbol americano y el beisbol se me hacen dos deportes de flojera, el soccer un poco más. Tal vez sea la voz de los comentaristas de esos programas de televisión lo que me harta, tal vez sea la pose de estrellas de los que deberían ser atletas lo que me fastidia, o la gente que idolatra a Messi y al Barcelona, a Ronaldo y al Madrid, como si aportaran algo bueno a esta humanidad. Como si patear un balón fuera algo trascendente, jugadas que al recordar de memoria durante una charla deberían causar orgullo. ¿En serio?
Un día de Destiny era mi regalo de Navidad. Me lo merecía. No pido muchas cosas en este mundo. Ese era uno de mis deseos. Carajo. Me fastidiaron el equivalente a eso que llaman final del futbol mexicano (si me gustara el futbol). Me fastidiaron el equivalente al Super Bowl (si me importaran los gorditos en mallitas abrazándose en el pasto). Me echaron a perder el equivalente a la entrega de los Oscar (como si me interesara ver películas que repiten los rostros e historias de triunfo de Estados Unidos contra el mal, una y otra vez, y que saturan mi sistema de cable hasta las náuseas).
El problema, de acuerdo con los tuits de los que igual que yo se quejaban por la falta de servicio, comenzó el miércoles de la semana pasada. Fue el regalo de Navidad de los hackers para Sony. De acuerdo con los comentarios que circulaban en la red, los ataques fueron cortesía de Lizard Squad, por la transmisión de The Interview en internet (no tengo más que agregar alrededor de esa película, sólo que me resulta un fastidio que la censura y las ganas de fastidiar de los coreanos haya golpeado uno de mis pocos momentos de diversión. Y que a final de cuentas sea por una película estúpida que yo creo que le hace menos daño al líder norcoreano que el reportaje de The Onion que retomaron los medios asiáticos en donde lo hacían ver como un sex symbol).
Sony sólo decía que sus ingenieros continuaban trabajando para resolver los problemas de la red. Gracias por su paciencia, me decían.
Mi paciencia termina pronto. Cerré mi botella y me salí a correr. El sábado intenté ver qué es lo que pasaba, y no pasaba nada. El ataque de
los hackers contra Sony continuaba y la japonesa iba perdiendo todavía. Sus clientes estábamos furiosos. Y qué decir de los niños que acababan de recibir una de esas consolas de Navidad. Imagino que están muy decepcionados del servicio. E igual que yo deben estarse preguntando si es necesario que Sony nos obligue a jugar en línea cuando hasta hace poco podíamos insertar un disco en la consola y aislarnos del mundo, explorando nuevos universos, sin necesidad de unirnos a las masas.
Catherine Jensen, vicepresidente de Sony Computer Entertainment America, encargada de la experiencia de los clientes, dijo este fin de semana que la industria de los videojuegos estaba experimentando altos niveles de tráfico destinados a irrumpir en la conectividad y en los juegos en línea. Múltiples plataformas, incluyendo PSN, fueron afectadas en las pasadas 48 horas, dijo. Sus ingenieros, agregó, han estado trabajando para restaurar la red tan rápido como sea posible.
Maldito lenguaje de relaciones públicas. Por qué no simplemente dijeron que estaban siendo atacados por hackers y que no sabían cómo frenar la golpiza que les estaban dando a sus expertos en seguridad. Por qué no piden una disculpa y sugieren que nos van a compensar. Por qué generalizan. Ese sigue siendo el problema de Sony, no quieren escuchar las críticas, ignoran lo que pasa en la calle y hacen como si sus clientes fuéramos de verdad estúpidos. No sólo en videojuegos, ya les pasó con la falta de innovación en computadoras (¿alguien recuerda Vaio?), en televisores y celulares. Ahora, una de sus invenciones más exitosas, si no es que la única, es dañada por los hackers y voltean hacia otro lado, dejándonos a los que sufrimos el ataque como si viviéramos en Corea del Norte y la información no llegara a nuestras manos. Lo que quieren decir: la culpa es del tráfico en internet, no de ellos.