A pesar de que legalmente figuran como “desempleados”, cuatro tatuadores trabajan cada día desde hace 10 meses en este local durante largas horas, con un ojo puesto en la piel del cliente y el otro en una posible irrupción de agentes de la policía.
Desde que hace unos dos años logró hacerse un nombre entre los aproximadamente 20.000 tatuadores que hay en Corea del Sur -según estimaciones del Gobierno- Kim contornea con sus agujas la piel de unas tres personas cada día.
El vértigo de ser tatuador
“He tenido suerte y nunca me han pillado”, comenta a Efe, aunque reconoce que muchos de sus amigos han recibido “fuertes multas” e “incluso alguno ha entrado en prisión”, asegura.
“Cada vez más ciudadanos se tatúa y el 99 por ciento lo hace en estudios ilegales, por lo que han surgido problemas” como denuncias por malas prácticas producto de la desregulación, expuso en el Parlamento el diputado Kim Chon-jin cuando a finales del año pasado presentó una propuesta para legalizar estos procedimientos.
Sin embargo, la Asamblea Nacional no considera una prioridad la legalización de los tatuajes y por el momento mantiene congelado el debate.
Miedo
El tatuador Kim Ki-bok se muestra optimista al calcular que “existen posibilidades de que se legalice en un plazo de 3 a 5 años”, lo que le permitiría dejar de trabajar con miedo a que en cualquier momento la policía lleve a cabo una redada en su estudio.
Kim, miembro de la asociación “Tattooist”, que funciona como un sindicato para este tipo de profesionales, basa sus expectativas de legalización en la cada vez mayor aceptación social del tatuaje en la conservadora sociedad surcoreana. EFE