Pelo Malo (2013) es la conclusión de un trabajo que empezó en 2011, en el que Mariana Rondón ─directora─ y Marité Ugás ─productora─ trabajaron la historia de Junior, un niño de 9 años que quiere salir con el pelo liso en la foto de la escuela; y Martha, una madre soltera que aspira recuperar su antiguo empleo.

 

Mariana Rondón construye una atmósfera íntima para mostrar el alma de unos personajes que viven en los barrios 23 de Enero y Simón Bolívar, en Caracas, Venezuela, dentro de 500 bloques de departamentos. Una arquitectura hecha de gestos, en un suburbio, es el pretexto para lanzar preguntas al espectador: ¿Qué ven los personajes? ¿Desde dónde y cuál es la posición que tienen para encontrar el diálogo consigo mismos? ¿Qué ves tú?

 

Los gestos violentan por sí mismos, por irreversibles y silenciosos. La naturaleza plástica y la organización de sus elementos como índices de sensaciones que el espectador puede conceptualizar, no demeritan las lecturas homofóbicas o racistas que se le han hecho a la película. En este caso, me interesan los valores plásticos que determinan la frescura de las imágenes. Con gestos violentos que quieren hacer surgir lo oculto en contraste con lo cómico, la mirada sobre el espacio y los personajes están ligados con la vocación de artista plástica de la directora.

 

Pelo Malo es una película que defiende las pequeñas rebeldías dentro de un contexto social que violenta la imaginación. El pesimismo sutil, sin embargo, esboza una ligera fuerza creativa, que lanza al espectador a recordar un tiempo sin asfixia: la infancia. Los ojos de un niño son los nuestros por un momento.

 

Lee la nota completa en nuestra revista digital VIDA+