Desde junio pasado los precios internacionales del petróleo no han dejado de caer semana tras semana cimbrando la economía global como ocurrió durante el segundo semestre de 2008 cuando estalló la crisis económica en Estados Unidos.

 

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Es bien sabido que la combinación de una mayor oferta disponible de crudo en el mundo, con una economía global aletargada y una fuerte dosis de intereses geopolíticos en el medio, han sido suficientes para tirar unos precios superiores a los 100 dólares por barril hace solo seis meses, a menos de la mitad de ese precio al día de ayer.

 

Nadie puede sentirse satisfecho con este desplome vertical en los precios petroleros y mucho menos con las consecuencias que de ello se derivan. Incluso el aparente beneficio de corto plazo para el consumo en Estados Unidos y Europa se diluirá ante las consecuencias negativas de esta catástrofe de precios que incluye estragos en el empleo, en las inversiones y balances de las empresas energéticas, hasta el incremento en los riesgos geopolíticos en Medio Oriente y Rusia.

 

Lo grave es que la caída en los precios es un asunto que llegó para quedarse durante un buen tiempo, según pronostican la mayoría de los expertos financieros y del mercado energético. Ayer los futuros del barril de crudo a diciembre de este año se cotizaron a 54.97 dólares, mientras que los contratos a diciembre de 2016 se operaron a 60.79 dólares el barril. Es decir, los inversionistas no han visto aún el fondo de la caída y no están esperando una recuperación pronta ni significativa de los precios petroleros.

 

El panorama es particularmente preocupante para los países petroleros emergentes como México. Y es que las consecuencias de una catástrofe inesperada de precios son obvias dada la fuerte dependencia fiscal y económica hacia la industria petrolera.

 

En el caso de México –de mantenerse estos niveles de precios- el golpe financiero por el desplome de los precios petroleros será cuantioso en este año por donde se le vea. Cuatro son los flancos en alerta roja:

 

El primero es el impacto sobre los ingresos de la Federación. Los bajos precios y la menor producción petrolera calculada para este año, hará imposible que se alcance la meta de un billón 195 mil millones de pesos por ingresos petroleros estimados. Incluso tomando en cuenta las coberturas contratadas por el gobierno federal –que solo incluyen alrededor del 60% de los barriles exportados- se prevé un faltante importante en los ingresos que obligará al gobierno a reducir el gasto federal aprobado para 2015, ante la imposibilidad (pienso) de incrementar aún más la deuda o los impuestos.

 

El segundo flanco con luz roja son las finanzas estatales y municipales. La bolsa de Recaudación Federal Participable disponible disminuirá y afectará las finanzas de los estados y municipios que no podrá ser compensada por los fondos de estabilización establecidos para estos casos. Hay que recordar que los ingresos de los estados provienen en un 85% de la recaudación federal participable, por lo que la tentación de mayor endeudamiento será más fuerte que nunca.

 

El tercer flanco en alerta roja es Pemex. El débil balance de la petrolera ya es preocupante ante la apertura. Cada mes presenta pérdidas millonarias, sus costos fijos son elevados, su deuda es enorme y, previsiblemente, caerán fuertemente sus ingresos en este año agravando sus desequilibrios financieros.

 

Y el cuarto flanco con luz roja es la propia reforma petrolera. Nadie se imaginó que esta catástrofe de precios se convertiría en el peor enemigo de la mayor apuesta del gobierno de Peña Nieto. Las nuevas inversiones de las grandes petroleras están siendo reconsideradas en todo el mundo incluyendo a México.

 

La persistente caída en los precios petroleros ha hecho sonar las alarmas -económicas y políticas- para 2015.