El de ayer en París no sólo se trató de un ataque terrorista en contra de 10 periodistas y dos policías; fue un ataque en contra del rasgo multicultural o, si se prefiere, transcultural de la globalización. Al mismo tiempo, fuego en contra de dos pilares fundamentales de la república francesa: el laicismo y la libertad de prensa. Por si no fuera suficiente, y de manera paradójica, un ataque en contra del propio Islam y sus cuatro millones de musulmanes que viven en Francia porque la ganadora de la tragedia tiene nombre y apellido: Marine Le Pen. Presidenta del partido Frente Nacional (FN) cuyos cimientos islamófobos, xenófobos y eurófobos dinamitaron al Parlamento Europeo en mayo pasado al haber avanzado en número de escaños. Ahora, el FN es el partido con mayor intención de voto con miras a las presidenciales de 2016.

 

1 EFE_Ataque Charlie Hebdo_1

 

Francia es el país del pensamiento crítico y rebelde. Sus batallas ideológicas son memorables, por intelectuales pero sobre todo por el uso de un arma prolífica: el debate. Ocurren todos los días en los cafés cuyo aroma siempre es el mejor ornamento estético intangible. Camus-Sartre: la batalla estelar; Céline y su mirada-ficción antisemita en Viaje al fin de la noche: la batalla polémica. Ahora, Houellebecq, el enfant terrible que recrimina la acción radical del Islam: la batalla anti multicultural, y en el área satírica, Charlie Hebdo, el semanario en el que ningún político francés escapa del tiro al blanco irónico de los caricaturistas que utilizan el humor para caricaturizar a los malos actores.

 

Charlie Hebdo no está solo. Lo hizo el periódico danés Jyllands-Posten en septiembre de 2005: una viñeta en la que aparece Mahoma con una bomba sobre su cabeza escondida por el turbante detonó el odio entre ultramontanos islamistas. Amenazas de muerte a los caricaturistas creadores de 10 viñetas, incendio en la legación danesa en Damasco y la repugnante acción de Irán al suspender el comercio con Dinamarca. Un año antes, el director de cine Theo van Gogh fue apuñalado por un marroquí radical islamista en las calles de Ámsterdam: su anticlericalismo y su película 06/05, donde retrata la vida del político ultraderechista Pim Fortuyn (asesinado en 2002 por sus posturas antiislamistas), le costó la vida.

 

Coincidencia o no, el día que las librerías francesas colocaban en su mesa de novedades la novela Soumission (Sumisión), de Michel Houellebecq, un par de terroristas “cumplen” con el mandato de Alá: asesinar a Charlie Hebdo.

 

¿Quién sigue? Michel Houellebecq está en la lista de los terroristas defensores de Mahoma. Un escenario poco descartable sería que durante los próximos días el escritor abandone Francia aunque en realidad su personalidad no se lo permitirá. Su obra es adictiva porque retrata el mal del siglo XXI: el solipsismo. El vacío que conquista al ser humano y que poco a poco carcome a las ideologías políticas. La banalidad excéntrica es retratada magistralmente por Houellebecq en Plataforma a través de unas instantáneas del turismo sexual en Asia. Qué decir del marketing como la magia de la estafa en el arte contemporáneo en El mapa y el territorio, donde el propio Houellebecq es protagonista de la novela junto a Jeff Koons y Damien Hirst. Ahora, en Soumission, Houellebecq proyecta la ficción a través del Frente Nacional. El candidato Mohammed Ben Abbes vence en la segunda vuelta a Marine Le Pen. Es 2022. Un musulmán como presidente de la República francesa.

 

Más allá de la ficción, queda la cobardía que desde el fanatismo sabe a gloria: 12 muertos.