Es muy probable que a estas alturas el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, ya le haya advertido al gobierno federal sobre un potencial impacto en la inflación en este año ante la persistencia de una fuerte depreciación del peso frente al dólar. Eso quiero pensar.
Y es que en los últimos siete meses el peso se ha depreciado 15% frente al dólar -casi cuatro veces por arriba de la inflación anualizada- y de noviembre a la fecha la depreciación de la moneda local en su paridad Fix supera 10%. En la calle el dólar se vende consistentemente por arriba de los 15 pesos por dólar desde hace un mes.
Los analistas económicos parecen haberse convencido de que la debilidad del peso -o la fortaleza del dólar frente a nuestra moneda- no es una cuestión transitoria, ni mucho menos. Apenas hacia finales del año pasado pensaban que el tipo de cambio cerraría 2015 a 13.60 pesos por dólar; pero en la más reciente encuesta de Banamex -dada a conocer ayer- los economistas apuntan hacia una paridad de 14 pesos por dólar para finales de año.
Pero como todo promedio, éste no deja de ser algo engañoso por su gran dispersión. Hay quienes piensan que la debilidad del peso será mucho más acentuada a lo largo de todo este año. Por ejemplo, los economistas de HSBC pronostican una paridad de 14.80 para diciembre próximo; los de Credit Suisse, de 14.70; JP Morgan estima el tipo de cambio en 14.20 y Banamex espera una paridad de 14.26 pesos por dólar hacia finales de año.
Claro que en el otro extremo hay quienes piensan -como BBVA Bancomer- que el peso se fortalecerá para cerrar el año en 13 pesos por dólar.
Sin embargo hay una serie de factores que nos inclinan a pensar más bien en una debilidad sostenida del peso a lo largo de 2015. La incertidumbre económica y política global, la fortaleza en el crecimiento económico estadunidense que contrasta con la debilidad europea, japonesa y de la mayoría de los países emergentes, la caída en los precios petroleros y el previsible incremento en las tasas de interés de corto plazo en EU -aunque posiblemente pospuesto hacia finales de 2015 por la Reserva Federal- nos hace pensar que, efectivamente, el dólar mantendrá su fortaleza frente a la mayor parte de las monedas emergentes, entre ellas el peso mexicano.
Ahora que si a los factores externos le añadimos que en 2015 se gestará una mayor presión sobre las finanzas públicas derivada de la caída de los precios petroleros, entonces la debilidad del peso podría acentuarse.
Por eso es que la presión inflacionaria derivada de la depreciación cambiaria está tocando las puertas del banco central y de la oficina de la Junta de Gobierno, a pesar de que en este año se esperan menos presiones al índice de precios al consumidor por un menor incremento previsto en las tarifas públicas de energéticos, como lo anunció el gobierno.
Con todo, el gobernador Carstens y su equipo en la Junta tendrán que estar muy atentos a los nocivos efectos en los precios internos de una paridad sostenida cercana a los 15 pesos por dólar.
De allí que -de acuerdo a su mandato constitucional para preservar la estabilidad de los precios- Agustín Carstens y la Junta de Gobierno podrían incrementar la tasa de interés de referencia incluso a contrapelo del débil crecimiento económico pronosticado (3.38%) por la mayor parte de los economistas del sector privado.