La diferencia entre lo longevo y lo eterno es obvia, pero mientras que el presente no de pie a una nueva etapa, mientras el ciclo no se haya cerrado, mientras el cambio de orden no sea definitivo, podremos considerarlos como sinónimos; de forma temporal, sí, pero sinónimos al fin.
Sobre ese tema pueden dar testimonio numerosas ciudades, muchas que incluso han sido ininterrumpidamente habitadas por más siglos que Roma, mas el sobrenombre de Città Eterna pertenece a la capital italiana…, y ahí tenía que emerger él.
Como el Foro Romano o el Coliseo mismo, Francesco Totti brilla en la actualidad aunque sea evidente que pertenece a otra época. Tanto en el caso de cada vestigio de la antigüedad romana como en el de éste Júpiter del balón, los tiempos se mezclan, la caducidad no existe, el término “ruina” está por dogma prohibido.
Totti debutó en la temporada 1992-93. Desde entonces, veintidós larguísimos años, ha derrochado calidad por cuanta cancha ha pisado. Siempre elegante, siempre resolutivo, siempre con el uniforme giallorosso de la Roma. La referencia es ociosa pero ilustrativa: solamente un emperador romano reinó durante más tiempo que el que lleva Totti como amo del futbol de su ciudad: Augusto, quien superó las cuatro décadas; al margen de él, Nerones, Tiberios, Calígulas, impusieron su voluntad por menos años que Il Capitano con la pelota en los pies.
Este domingo, justamente en el derby romano, el casi cuarentañero Totti hizo dos goles en el segundo tiempo para dar el empate al club que tiene en su logotipo a Rómulo y Remo amamantados por una loba. Sólo anotar el segundo, de una manufactura digna del más acrobático y flexible adolescente, Totti festejó efectuándose una selfie ante las gradas enardecidas del Estadio Olímpico: el jugador que simboliza la mayor de las longevidades, en el acto que remite a lo más pasajero; esa rápida auto-foto, bandera de toda una generación precisamente porque se destina a lo efímero y desechable, a la acumulación de archivos que tal vez nadie verá, a lo que tiene valor no por su resolución o encuadre sino por hacer coincidir al fotógrafo y al fotografiado.
Las referencias al tipo de celulares y modas que existían en 1993, cuando Totti debutó, son curiosas. Pero más su inmutabilidad; si la palabra “clásico” alude a lo que no pasa de moda, a la estética de cierta era de máximo esplendor, Francesco es hoy el más clásico de los futbolistas del planeta.
Con selfie, quizá como recordatorio de que los años (muchísimos) han pasado, aunque su uniforme y talento sean los mismos.
En la Città Eterna, al menos por hoy, al menos con él, lo longevo y lo eterno son lo mismo.