Sin una posición crítica hacia el involucramiento de Francia en la guerra de EU en Afganistán desde el 2001 y como respuesta a los atentados terroristas contra las Torres Gemelas, la libertad de expresión -como suele ocurrir- es la primera baja de guerra.
Las críticas caricaturizadas al islam y a Mahoma se localizaron en el escenario incomprendido por los medios de comunicación de una guerra religiosa entre los guerreros fundamentalistas del islam contra los “infieles” de Occidente. En este sentido, hay que entender los asesinatos de caricaturistas como parte de una guerra militar en la que la prensa poco tiene que ver aunque forma parte de ella cuando es utilizada para atacar las creencias religiosas de uno de los contendientes.
Por tanto, los atentados terroristas contra la sede de la revista satírica Charlie Hebdo no fueron sólo por las caricaturas sino como parte de la acción militar de los talibanes y sus aliados de Al Qaeda contra un país que formó parte de la coalición invasora del 2000. A Afganistán la acusaron de proteger a Al Qaeda y aliarse al Irak de Hussein; por tanto, Francia se metió en una guerra de la Casa Blanca y, como España, Inglaterra y Alemania, tendrá que pagar su cuota de inestabilidad.
Los apoyos a los caricaturistas de Charlie, en consecuencia, deberán tomar en cuenta también el escenario geopolítico de Afganistán, de Al Qaeda, de los herederos de Osama bin Laden, asesinado por la CIA, y de la nueva fase de descomposición de la crisis en la franja Afganistán-Irak del Medio Oriente, sin que el presidente estadunidense Barack Obama haya encontrado hasta ahora una salida política y por el contrario se haya seguido hundiendo en la estrategia de George W. Bush de un mayor involucramiento militar. Por ello extrañó la falta de alguna señal de solidaridad de Obama con el gobierno socialista francés de François Hollande afectado por los ataques contra la revista Charlie.
Y el colmo de las confusiones radicó en dos figuras en la marcha del domingo: la alemana Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, los dos aliados de la Casa Blanca en la guerra en Afganistán. Como ministro del interior del gobierno de Chirac en el 2002 y luego como presidente de la república de 2007 a 2012, Sarkozy mantuvo la alianza de Francia con la coalición en Afganistán. A pesar de su origen socialista, Hollande no ha sabido desligarse de la lógica geopolítica de los intereses estadunidenses Bush-Obama en Afganistán-Irak.
La participación de Francia en la guerra contra Al Qaeda y los talibanes en Afganistán fue fuerte: más de cuatro mil soldados en el ejército de ocupación y barcos de guerra -paradójicamente el portaviones Charles de Gaulle- en la “Misión Heracles” de noviembre de 2001, dentro de la ofensiva “Operación Libertad Duradera” que lleva, por cierto, casi tres lustros sin poder imponer ni la libertad ni la democracia occidental y cristiana en Afganistán e Irak.
De ahí que el caso de la revista Charlie debe ser condenado por el uso del terror violento, criminal y armado contra caricaturistas desarmados, aunque con la certeza de que a veces duele y daña más una burla caricaturizada que una operación militar. Sin embargo, el análisis debe extenderse a la lógica geopolítica de Francia en Afganistán donde ha habido en estos años de invasión más de 15 mil muertos por parte de la coalición liderada por EU y casi 50 mil afganos muertos.
Los caricaturistas muertos fueron víctimas de una guerra que no provocaron pero a la que se metieron con sus críticas al islamismo y a Mahoma que sostiene la lucha de los talibanes y de los sobrevivientes de Al Qaeda.