DRESDE. Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente; ese es el nombre del movimiento conocido como Pegida (por sus siglas en alemán), que este lunes batió récord de convocatoria en Dresde, con 25 mil manifestantes que marcharon por esa ciudad. La capacidad de movilización de la islamófoba “Pegida” ha sacudido al espectro parlamentario alemán, unido en el propósito de frenarla mientras algunos expertos aconsejan dialogar con una corriente en la que conviven ultraderecha y ciudadanos considerados comunes.
“Tratar de aislarla es contraproducente. Tampoco es útil disuadir al ciudadano de secundar sus marchas en un país defensor de la libertad de expresión”, afirmó el politólogo de la Universidad Técnica de Dresde Werner Patzelt.
“Sí, es cierto: salieron en todo el país otras 10 mil personas para alzar su voz contra ‘Pegida’. Pero estos contramanifestantes dejarán de estar ahí el próximo lunes o al siguiente. Y ‘Pegida’ seguirá con sus marchas semanales”, vaticinó este catedrático.
Mientras el catedrático sostiene que no todos quienes acuden a sus marchas son ultraderechistas, otros ven Pegida como una nueva “válvula de escape” del radicalismo de derechas.
“Ningún ciudadano que no comparta esas ideas desfilaría en Alemania junto a cabezas rapadas, entre pancartas racistas. Alemania, con su pasado, no puede permitirse jugar con el término gente corriente”, apunta Caroline Brünler, alumna de Patzelt e intérprete ocasional para un canal francés desplazado a Dresde.
Este lunes, 30 mil contramanifestantes desfilaron por Leipzig a favor de la tolerancia y contra el fanatismo, pero también lo hicieron unos tres mil partidarios del neonato “Legida”, lo que para el profesor Patzelt significa que el movimiento puede crecer en otros lugares.
Como él, el ministro alemán de Interior, Thomas de Maizière, también considera que es necesario distinguir entre los organizadores de Pegida y muchos de los ciudadanos que acuden a sus marchas.
En opinión de Maizière, miembro de la CDU, muchos ciudadanos se suman a las manifestaciones para mostrar su hastío con la clase política y también su frustración ante los constantes cambios que exige la globalización a una población que hace 25 años ya se vio obligada a adaptarse al mundo capitalista tras el fin del comunismo.
La Izquierda ha estado desde el primer momento en las manifestaciones contra el movimiento islamófobo, cuando el resto de la clase política “pretendía ignorar esa ultraderecha disfrazada”, opina Juliane Nagel, diputada en Sajonia de La Izquierda, formación surgida del postcomunismo y de una escisión del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).