No más posposiciones, no más pretextos, no más verborrea: tras casi una década de evitarse y acusarse mutuamente de rehuir el combate, los dos boxeadores más relevantes de toda una generación por fin se encontrarán en el cuadrilátero.
Por mucho que hayamos intentado engañarnos y conformarnos con duelos pugilísticos menores, hoy no existe otra pelea que genere semejantes niveles de expectación y emoción: el invicto Floyd Mayweather Jr. contra al carismático Manny Pacquiao.
Sus respectivos contratos con diferentes empresas de cable y promotores (Floyd con Showtime y Óscar de la Hoya; Pac-Man con HBO y Bob Arum), fueron excusa perfecta para que los dos titanes escaparan a su destino, así como el eventual reparto de dinero. Sobre lo segundo, ha trascendido que el filipino aceptó quedarse con 40% de la bolsa y ceder al apodado Money el restante 60%. En relación a lo primero, todo es más sencillo porque ha vuelto a ser común que se organicen combates entre peleadores que no pertenecen al mismo grupo de representación.
Nunca, ni de lejos, se ha disputado semejante cantidad de dinero en un evento deportivo: estamos hablando de 200 millones de dólares, 120 para Mayweather y 80 para Pacquiao. Por poner paralelos, Real Madrid y Barcelona pagan a sus respectivas plantillas de 23 jugadores poco menos de 220 millones de dólares brutos al año; Roger Federer ha acumulado casi 90 millones de dólares en premios a lo largo de la más exitosa carrera que haya visto el tenis; con el tope salarial que impera en la NBA, LeBron James y Kobe Bryant no superan los 23 millones por temporada, cantidad parecida a la ingresada por campaña por Lewis Hamilton y Fernando Alonso en la Fórmula 1; los Patriotas de Nueva Inglaterra pagan sueldos anuales inferiores a 130 millones (tal como estipula el límite de la NFL).
Pensemos en algunos de los combates más emblemáticos de todos los tiempos (Max Schmeling-Joe Louis, Sugar Ray Robinson-Randolph Turpin, Muhammad Ali-Joe Frazier, Ali-George Foreman, Marvin Hagler-Thomas Hearns, JC Chávez-Meldrick Taylor, Mike Tyson-Evander Holyfield), y hallaremos una gran diferencia: la veteranía de los dos contendientes. Floyd llegará con 38 años, al tiempo que Manny lo hará con 36. Resulta evidente que no pudimos verlos en un ring cuando estaban en plenitud, aunque nada resta euforia a lo que ya se empieza a dar por hecho.
¿Quién sería favorito? Las recientes derrotas de Pacquiao (dos en sus últimos cinco combates) hacen pensar que ha venido a menos, en contraste con un Mayweather todavía imperial e intocable (pregúntenle al Canelo, que siempre estuvo medio segundo tarde y medio centímetro lejos).
Pacquiao ha dejado claro que su firma ya está estampada y todo depende del “sí” de Floyd, quien a su vez entiende que de no aceptar, lucirá como miedoso. En años anteriores quien insistía en propiciar el pleito era Mayweather, pero condicionado a que Pac-Man se sometiera a pruebas de dopaje de máximo nivel (lo que el filipino rechazó).
No más postergación. Dos estilos diferentes y una pelea indispensable, además de la noche más millonaria en la historia del deporte. Ya no hay escapatoria.