El tamaño de la fortuna, los intereses y la diversidad de los negocios que posee Carlos Slim lo hacen un personaje cotidiano en la prensa internacional. Es un nombre inevitable, como lo es la polémica que entrañan sus decisiones tanto dentro como fuera del país.
Por ejemplo en los últimos días se ha escrito y hablado mucho en los medios de comunicación locales acerca de las sanciones que le impuso el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) a Telmex, su compañía bandera en telefonía fija; derivado de la investigación sobre su asociación con Dish, la empresa de televisión de paga en la que participa la familia Vargas.
Seguramente el curso de la investigación y los veredictos del IFT darán mucho más de que hablar en las próximas semanas y meses, porque se trata de la mayor empresa de telecomunicaciones del país, porque pertenece a Carlos Slim y porque -según lo anunciado parcialmente por el IFT- es cada vez más probable que las autoridades concluyan en que Telmex y Dish violaron diversas disposiciones de las leyes de telecomunicaciones e incluso que Telmex habría violentado los términos de su propia concesión. Todo indica que hacia allá se encaminan las investigaciones de los comisionados del IFT.
Entonces Carlos Slim volverá a “ser nota” en todos los periódicos del país, aunque con diversas jerarquías informativas y, claro, sin faltar la polémica entre editores, analistas y columnistas; unos desde una perspectiva afín “al ingeniero” -como le llaman- y otros con la espada desenvainada defendiendo los intereses de sus competidores.
La polémica es consustancial al tamaño de sus intereses económicos por doquier. Como su decisión de convertirse en el mayor accionista individual del grupo del The New York Times al hacer efectiva una opción de compra de 15.9 millones de acciones ordinarias de la prestigiosa casa editorial estadunidense, con lo que su posición accionaria llegó a 16.8% de las acciones comunes de la empresa.
Slim dijo en el pasado que esta es una inversión financiera y con esta operación lo demuestra. Ejerció su opción de compra de casi 16 millones de acciones a 6.357 dólares por acción, cuando en el mercado éstas se venden al doble, a 12.28 dólares. ¡Un negocio redondo para el ingeniero que requirió cinco años de paciencia para concretarlo!
Más aún. Para quienes piensen que Slim está interesado en hacerse con el control del NYT con esta operación, su respuesta sería que el control lo tiene la familia Sulzberger, quienes poseen acciones clase B, con mayores derechos de voto que las acciones comunes que posee Slim. Así que no hay tal.
Sin embargo los grandes negocios requieren de tiempo y Slim lo sabe. El NYT es un bocado suculento para cualquier empresario de telecomunicaciones interesado en agregarle valor a sus redes. No sólo son los contenidos, sino la jerarquía de ellos, la cultura detrás del medio de mayor prestigio del mundo. Ello a pesar de la problemática de gestión y de resultados financieros por los que está pasando desde hace tiempo el grupo del NYT, como lo recuerda la compra del Washington Post por otro multimillonario, Jeff Bezos, el fundador de Amazon.
Así que para Slim, por ahora su negocio en el NYT es de carácter financiero, aunque tengo la impresión de que la mirada del magnate mexicano va mucho más allá con el diario estadunidense: Incursionar en los medios de información como pieza estratégica de su negocio de redes globales.