México se ha convertido en un país modelo para el mundo: A pesar de tener salida a dos mares, una de las biodiversidades más importantes del planeta, abundancia de recursos renovables, atractivos puntos turísticos, riqueza cultural… es un país con altos niveles de pobreza y de inseguridad.
Es un caso de estudio el hecho de que a pesar de tener tanta abundancia, incluso geográficamente mediar entre dos mercados de suma importancia como Estados Unidos y Latinoamérica, México es un país con una perniciosa desigualdad social.
Una desigualdad social que tiene su origen en las oportunidades de educación que el régimen del México postrevolucionario le dio al pueblo. Sólo los vinculados a la oligarquía -heredada de los criollos y mestizos de abolengo- tuvieron acceso a educación de calidad, a diferencia de la clase obrera o campesina.
Esta diferencia en cuanto a las oportunidades de acceso a educación de calidad tuvo como objetivo el mantener a las mayorías narcotizadas con el tóxico de la ignorancia, a efecto de que las minorías oligárquicas se afianzaran como clase dominante con obreros, campesinos y en general electorado dócil.
Estos regímenes derivados de los descendientes de los colonizadores españoles hermanan, con sus bemoles, a la mayoría de los países de América Latina. Los descendientes de los colonizadores británicos y franceses, en cambio, sembraron sociedades que privilegiaron la educación como sustento del desarrollo económico y social.
Hoy México habla de reformas estructurales que enfilarán al país hacia el desarrollo y la justicia social, una promesa que a mi juicio es romántica y dudosa si se mira el sistema educativo nacional.
El país tiene un sistema de educación pública obsoleto; tiene una pingüe participación en investigación científica y tecnológica, si se compara con los países que integran la OCDE; la educación básica es rehén de un sindicato, cuya ala radical conocida como SNTE, muy activa en perder prebendas en vez de formar estudiantes bajo modelos modernos y basados en tecnología.
La SEP se ha convertido en una oficina encargada de mal administrar un conflicto magisterial sin invertir tiempo y presupuesto con imaginación e innovación, a replicar modelos de educación que formen profesionales con visión emprendedora.
El sistema de educación nacional debe dejar de formar mano de obra barata para sembrar el mercado empresarial con talentos visionarios, innovadores, creadores de patentes y de proyectos de emprendimiento empresarial que generen empleo y desarrollen la economía.
No es posible hablar de progreso nacional, reducción de desigualdad social y mayores oportunidades para la gente si México no moderniza y evoluciona su sistema educativo.
Desgraciadamente si hoy el gobierno, a través de la SEP que encabeza Emilio Chuayffet, se decide a hacerlo, los frutos se empezarán a ver en aproximadamente 20 años.