La apuesta madridista de Javier Hernández parece inevitablemente destinada a no prosperar.
Carlo Ancelotti puede mantener su discurso elogioso hacia el delantero mexicano, pero su nivel de confianza sólo se mide a través de los minutos de juego concedidos, y estos han desaparecido.
Basta con analizar la evolución de las alineaciones merengues para comprender a qué proporción el concurso de Chicharito mermó; de ser un cambio seguro en sus primeras salidas a la banca, poco a poco se extravió hasta llegar a la situación actual: en lo que va del año el mexicano apenas ha sido utilizado como sustituto en los instantes finales de la derrota merengue a manos del Valencia. Desde entonces, dos cotejos de liga y dos de copa en los que no jugó, tal como sucedió antes en el par de encuentros del Mundial de clubes.
Un resumen frío pero esclarecedor nos dice que apenas supera los 500 minutos de juego, cifra muy inferior a lo que normalmente acumulaba con Manchester United (sí, incluso en el último año con David Moyes).
Mantengo la idea de que hubiera sido absurdo decirle que no al Real Madrid, dejar pasar semejante oportunidad, rechazar tamaña cita con la historia: Javier tenía que intentarlo aun consciente de que los momios le eran adversos. Nunca pensé que le quitaría el puesto a Karim Benzema ni que hallaría un sitio indiscutible en el once blanco. Sin embargo, con la cantidad de partidos que se disputan al año (más el Madrid 2014-15, con el añadido de supercopa europea, supercopa española y Mundial de clubes), parecía obvio que Ancelotti haría rotaciones y dosificaría minutos. Nada más alejado de la realidad, con el cuadro blanco convertido en el equipo grande de Europa que más se ha cerrado a una base de 12 hombres (la única alteración ha sido Isco sustituyendo a quien se lesionara: primero a Gareth Bale, ahora a Luca Modric) y con el recuperado Jesé convertido ya en el primero (o único) relevo ofensivo.
Hernández tendrá que ser autocrítico y entender que después de sus aventuras en los dos equipos más mediáticos del planeta, es momento de jugar con regularidad y, para tales fines, irse a donde esto le sea permitido, que seguramente es su deseo.
En su defensa hay que decir que su entrega y disciplina han resultado, como siempre, totales, que por voluntad y fe no ha quedado, aunque ese mismo afán terminó por traducirse en una ansiedad comprensible.
Hubo dos momentos fundamentales en esta historia: el primero en octubre, cuando el Madrid visitó al Ludogorets en la Champions League y el tapatío, ese día titular, falló un gol de los que no se pueden desperdiciar; el segundo, un par de meses más tarde, cuando ya calificado a octavos de final recibió al propio equipo búlgaro y Hernández volvió a comenzar: ese día, no sólo las cosas no le salieron, sino que la grada llegó a protestarle por no ceder el balón en algún contraataque.
Nada que criticar a Ancelotti, salvo que el cansancio se magnifique en sus rodadísimos titulares por no haberles dado respiro y eso represente pérdida de puntos. Nada que criticar a Javier, quien asumió un reto que no podía dejar de asumir, pero difícilmente triunfará en el intento.