MELBOURNE. El español Rafael Nadal afronta la edición 103 del Abierto de Australia luchando contra lo desconocido, con la munición bajo mínimos en su recámara, mientras que el argentino Juan Martín del Potro ha preferido no arriesgar y se dio de baja.
No haber logrado ni una sola victoria en el año en curso, supone muchas dudas para Nadal, que sólo lleva ocho partidos disputados desde julio de 2014. Por tanto es lógica, ahora más que nunca, su frase antes del torneo. “No me considero uno de los favoritos aquí”, porque su debut este lunes ante el ruso Mijail Youznhy, y el cuadro que le sigue, en caso de victoria, contra el sudafricano Kevin Anderson y el checo Tomas Berdych después, no invita a la euforia.
Era un año de vuelta también para Juan Martín del Potro, con casi nueve meses de parón, tras su segunda operación de muñeca. Se dio de baja en Brisbane y reapareció en Sídney, donde logró victorias contra el ucraniano Sergiy Stajovsky y el italiano Fabio Fognini, y encajó derrota ante el kazajo Mijail Kukushkin en cuartos.
Su maltrecha muñeca le ha hecho optar por la baja en este grande, porque no se siente en condiciones de afrontar tamaño esfuerzo durante dos semanas.
El gran favorito sigue siendo el serbio Novak Djokovic, ganador en 2008, y luego los tres últimos años, que de hacerse con el quinto título se convertiría en el segundo hombre en la historia en ganar cinco o más Abiertos de Australia.
Djokovic confirmó que los problemas de estómago y gripe que sufrió durante la exhibición de Abu Dabi, pertenecen ya al pasado. “Fueron unos días duros”, admitió el serbio que se sintió preparado para luchar por el título.
Federer es quien más tiene que ganar este año, porque el de Basilea, que también opta el quinteto en Melbourne, además de pujar por su 18 Grand Slam, que le igualaría con Chris Evert, Martina Navratilova y Serena Williams, saldría de esta instalaciones como número uno del mundo el próximo dos de febrero, siempre y cuando gane el título y Djokovic no alcance los octavos de final.