Correlacionadas entre sí las eras chavista y kirchnerista se disuelven en medio de cracks financieros en Venezuela y Argentina, respectivamente, pero sobre todo, ambas sociedades observan con preocupación el desmantelamiento de las clases políticas gobernantes por efectos de la corrupción, ineptitud travestida por rasgos autoritarios o, de manera surrealista, de bombazos detonados 20 años atrás.

 

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Doce horas antes de mostrar en el Congreso las conversaciones entre el agente secreto iraní Jorge Khalil con los kirchneristas Andrés Larroque (dirigente de la Cámpora, una especie de “escuela” de formación kirchnerista), Luis D’Elía (dirigente piquetero, expertos en organizar marchas) y Fernando Estreche (líder de Quebracho, Movimiento Patriótico Revolucionario, afín al peronismo de Cristina Kirchner), y con Mohsen Rabbani, ex agregado cultural de la embajada de Irán en Buenos Aires, fue encontrado muerto el fiscal Alberto Nisman en el baño de su departamento junto a una pistola.

 

Nisman pudo haber demostrado ayer la colaboración de Cristina Kirchner con el régimen totalitario de Mohamed Ahmadineyad, lo que en la aplicación del artículo 119 de la Constitución le abriría la puerta trasera de la Casa Rosada por traición a la patria. Pero los escenarios futuros frente a la muerte son especulaciones que difícilmente encuentran desahogo en tribunales.

 

Quien sale herida por la bala que mató al fiscal Nisman fue la presidenta Cristina Kirchner.

 

El 18 de julio de 1994 la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) recibió el impacto de explosivos, produciendo la muerte de 85 personas y heridas en 200. La investigación recayó en manos de Juan José Galeano, quien instruyó la causa durante una década siendo destituido por mal desempeño. Ahora, la investigación se encuentra en el dossier del juez Rodolfo Canicoba y, hasta ayer, el fiscal era Alberto Nisman.

 

Cinco ciudadanos iraníes han sido señalados por Interpol como los arquitectos del atentado de 1994: Ali Fallahijan (ex jefe de la Guardia Revolucionaria), Mohsen Rezai (ex jefe de la Fuerza Al Quds), Ahmad Vahidi (ex ministro de Defensa), Mohsen Rabbani (mencionado líneas arriba) y Ahmad Reza Asghari (ex tercer secretario de la embajada de Irán en Argentina).

 

El fiscal Nisman dijo que Cristina Kirchner se comprometió con el entonces presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, en 2013, a bajar las circulares rojas (de búsqueda) que la Interpol tenía vigentes en contra de los cinco iraníes acusados del ataque en contra de la AMIA a cambio de un mayor acercamiento energético de Irán a Argentina. Nisman obtuvo la información a través de intervenciones telefónicas del agente Khalil con kirchneristas. El fiscal reveló hace dos semanas, frente a las cámaras de televisión TN, que Cristina Kirchner y su canciller Héctor Timerman orquestaron una diplomacia paralela que, finalmente los argentinos no pudieron cumplir por las posturas soberanas de la Interpol. Los iraníes, furiosos, sometieron a Cristina Fernández hasta que Ahmadineyad dejó el poder el 3 de agosto de 2013.

 

Ahora, la bala que atravesó la vida de Nisman llega a la casa Rosada para terminar la era de los Kirchner.

 

El suicido es el único acto humano que no encuentra respuesta en la filosofía, nos dijo Camus. El de Nisman sí. La filosofía de la mafia es clara: sobre los responsables del ataque terrorista de la AMIA nada se debe de conocer 21 años después; sobre el pacto Kirchner-Ahmadineyad, tampoco.

 

Lo único que ha quedado descubierto es que llegó el final de la era de los Kirchner. Comienza el siglo XXI para Latinoamérica y el Caribe.