Octavio Cisneros y Elvia Alaniz Ontiveros | Correo del Libro

JEP 1Se cumple un año de la muerte de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939), esa figura indispensable en las letras mexicanas del siglo pasado que junto a Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes y Elena Poniatowska (con quienes compartió una amistad entrañable, revisada ampliamente en el periodismo mexicano), fue responsable de trazar la ciudad de México de mediados del siglo XX que transitaba hacia la modernidad.

Pacheco fue el responsable de retratar el pulso de esa ciudad que lo vio crecer fundamentalmente en el ámbito de la poesía, que en sus propias palabras significaba para él: “una práctica, un ejercicio espiritual, una manera de dialogar y actualizar nuestra tradición, pero también de mostrar las cicatrices, los deseos, temores y corajes de un hombre que camina y recorre desnudo su ciudad; que le recorre, furioso, triste y esperanzado, la superficie rugosa y gris a esa piel urbana que lo fascina”.

Foto: Cuartoscuro

Los poemas de José Emilio Pacheco fueron ese espacio que eligió para devolvernos lo que deseamos ser, pero también para crear un mosaico de espejos dónde reconocer nuestras miserias, dónde maravillamos de los poderes transformadores del pasado e intuir cada promesa incumplida del futuro.

Su vida fue la de un escritor dedicado a la lectura cuidadosa y obsesiva de los autores clásicos y de su propia escritura. Esencialmente bueno, sin juicios contra nadie, José Emilio Pacheco nunca tenía la intención de dictar cátedra aunque parecía siempre tener la última palabra. Apreciaba el ejercicio de la lectura como un continum amoroso que recibió de sus padres. Privilegiaba los espacios de soledad creadora donde sólo es posible cumplir con la tarea que le exigía su pasión.

Fue un poeta cuyo punto de arranque era la existencia misma. Poemarios como No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás o Islas a la deriva; narraciones como El principio del placer o Las batallas en el desierto, marcan el canon de un poeta que supo combinar su experiencia como habitante de este rincón del mundo con la tradición literaria, asimilada de los grandes autores del modernismo hispanoamericano, uno de los temas en los que Pacheco fue reconocido como una de las más grandes autoridades.

Foto: Cuartoscuro

Mario Benedetti, en su artículo publicado en La hoguera del viento. José Emilio Pacheco ante la crítica (ERA, 1999) escribió: “La poesía de José Emilio arropa la vida con el aliento de un héroe filosófico. Héroe, por supuesto, a pesar de sí mismo. Su poesía es coloquial, quién puede dudarlo, pero lo cierto es que dialoga con la porción más veraz, más cuestionadora y por fortuna más humana de nosotros mismos.”

Para recordar a José Emilio Pacheco (en sus propias palabras):

No es por modesto, pero yo quisiera que nadie me conociera para poder escribir. Me gano una cantidad de enemigos todos los días, pavorosos. Cuando me dicen “maestro” empiezo a temblar.

Los escritores se han convertido ahora en un tipo de estrellas… El peligro es creértelo y actuar como estrella, porque eso te destruye literariamente; el poder absoluto corrompe literariamente. Si te dedicas a una cosa no puedes dedicarte a la otra. O te dedicas a escribir o te dedicas a dar entrevistas… eso le pregunto a los jóvenes escritores: ¿tú qué quieres? ¿quieres escribir o quieres ser escritor?

Hay temas que son eternos en la poesía y uno de esos es el paso del tiempo. La poesía por eso es impopular: es el reducto de la negatividad de todo lo que está mal en el mundo; la alegría, el placer, son mudos, es muy difícil, sólo Neruda pudo escribir un poema para celebrar al coctel de frutas.

Hay que releer, sobre todo la poesía. Estoy seguro de que una de las dificultades de la poesía es el tiempo como lector o lectora. La poesía se necesita leer muy lentamente y releerse. Es una ocupación mejor y más placentera que ver programas de televisión.

Yo no tengo ninguna esperanza de perduración, creo que el día que me muera nadie volvería a leerme. Pero si alguien quisiera hacerlo, yo le diría que en vez de añadir suprimiera… La felicidad es una cosa que se presenta pocas veces en tu vida, no puede ser un estado permanente .Igual es la inspiración: el buen texto se da pocas veces en tu vida y está rodeado de borradores y fracasos.

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