El 4 de noviembre de 2013 José Antonio Meade y Elías Jaua, encargados de las políticas exteriores de México y Venezuela, respectivamente, descendieron del piso 22 del edificio de la Cancillería mexicana, donde se encuentra la oficina del secretario, salieron por la puerta principal del inmueble en la plaza que colinda con avenida Juárez, y realizaron un pequeño recorrido sobre la histórica avenida. Se trataba del paseíllo de la confianza que suele realizar Meade con distinguidos invitados.

 

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Atrás quedaba (o no) el episodio reconocido como “cachorro del imperio”, surgido unas horas después del final de la Cumbre de las Américas en Mar de la Plata en 2005 por los comentarios críticos del entonces presidente Vicente Fox al anfitrión, Néstor Kirchner y a Hugo Chávez. Con la llegada del presidente Calderón las relaciones no mejoraron: empeoraron, en parte, a raíz del ataque aéreo de Colombia a un campamento de las FARC asentado en Ecuador el 1 de marzo de 2008 en el que murieron 22 miembros de la guerrilla-cártel. Una mexicana, Lucía Morett Álvarez, de 21 años que se encontraba supuestamente realizando su tesis de filosofía en el campamento, logró sortear la muerte.

 

Pero regreso al 4 de noviembre de 2013. La demostración de que al presidente Nicolás Maduro no le interesaba (y lo sostiene hasta el día de hoy) fortalecer las relaciones con México ocurrió ese día de noviembre en el Alto Apure, al sur de la capital venezolana. Vladimir Padrino López, jefe del comando estratégico operacional de la fuerza armada de Venezuela tuiteó (el 7 de noviembre) la noticia: el derribo de un narcoavión mexicano el 4 de noviembre.

 

Al día de hoy no sabemos dónde se encuentran los mexicanos Isaac Pérez Dubon y los pilotos Mauricio Pérez Rodríguez y Carlos Alfredo Chávez Padilla. Los tres, junto con cinco personas más, abordaron el avión Hawker Siddeley DH-125-400A con matrícula XB-MGM en el aeropuerto de Querétaro. El avión descendió en un aeropuerto de las Antillas holandesas y ahí bajaron cinco pasajeros. Isaac, Mauricio y Carlos continuaron el trayecto. Catorce meses después, Venezuela no ha informado si destruyó o no el avión en el aire; no ha mencionado los nombres de los tres mexicanos; y lo peor, no ha revelado que la droga que transportaban iba dirigida a un cártel que compite con los soles.

 

José Antonio Meade y Vanessa Rubio (subsecretaria de Relaciones Exteriores para América Latina y el Caribe) no entendían la razón por la que Maduro no había sido claro en la comunicación del suceso. ¿Medias mentiras cubiertas con medias verdades? Meade deseaba conocer la información completa pero Venezuela la fragmentó, fue discrecional en la oferta de la misma y dinamitó el intento de recuperar la confianza diplomática con México el mismo día en que Jaua caminaba por avenida Juárez.

 

Diosdado Cabello prohibió a Vladimir Padrino López desdoblar la historia del narcoavión porque las ramificaciones podrían llevarlo a los soles un cártel asociado con las FARC, compuesto en su mayoría por militares venezolanos. Así que la historia de Vladimir terminó en 140 caracteres.

 

Leamsy Salazar, quien perteneció al círculo de confianza de Hugo Chávez y de Diosdado Cabello, desertó del grupo chavista. Viajó la semana pasada a Nueva York para denunciar los vínculos del narcotráfico con Diosdado Cabello. La noticia la publicó el periódico español ABC el pasado martes.

 

Es tiempo que el presidente Maduro expanda su acervo revolucionario a los terrenos de la realidad. ¿Qué sucedió con los tres mexicanos que llevan más de un año sin aparecer? ¿Murieron? ¿Están encarcelados en Venezuela? ¿Existe relación entre los soles con cárteles mexicanos como lo aseguró Salazar la semana pasada?

 

Lo único seguro es que la caminata sobre la avenida Juárez fue una simple simulación venezolana.