En un artículo publicado el miércoles de la semana pasada en El Universal, el politólogo Mauricio Merino se preguntaba si las élites políticas estaban haciendo su tarea de analizar con método la crisis. La respuesta es simple: no. La estrategia gubernamental fue a posteriori, superficial y nula.
Si se mira con frialdad, la crisis política provocada por Ayotzinapa fue mediática, alimentada por la dinámica de los errores de comunicación del gobierno federal y limitada a la estridencia de los padres de los 43 estudiantes sacrificados.
La falla de política de comunicación radicó en la parte central del conflicto: la orden del secuestro y asesinato fue de gobernantes del PRD pero hasta la marcha del lunes medios y crítica hablaban de los muertos de Peña Nieto. El gobierno federal siempre estuvo atrás de las denuncias y nunca pudo definir su agenda ni fijar el debate.
Así, el gobierno federal habrá de pagar muy cara su falta de estrategia política para enfrentar una crisis. A pesar de contar con personal adscrito a oficinas de análisis, las respuestas oficiales fueron limitadas, tardías e ineficaces.
En el espacio analítico, el gobierno federal tuvo un manejo errático de la crisis, con muchas improvisaciones, funcionarios que como en películas mudas chocaban unos con otros, sin un mensaje uniforme ni claro; en cambio, los padres de los 43 y sus aliados manejaron un mensaje sencillo e inflexible: fue el Estado y el responsable era el presidente Peña Nieto.
Los manuales de comunicación política y ciencia política han sido claros en establecer sistemas de enfrentamiento de crisis. Uno de ellos debió ser libro de cabecera de los estrategas gubernamentales: Los ocho pasos para el análisis de las políticas públicas, del estadunidense de Berkeley Eugene Bardach, coedición de Porrúa y CIDE.
Los ocho pasos son muy claros: definición del problema, obtención de la información, construcción de alternativas, selección de criterios, proyección de resultados, confrontación de costos, ¡decida! y cuente su historia.
Y el experto colombiano en comunicación política Mauricio De Vengoechea sugiere 7 herramientas para apagar una crisis de gobierno (Lemoine Editores): objetivos claros y precisos, conocer el entorno, conocer el origen y el impacto de cada crisis, saber quiénes están involucrados, conformar un equipo de trabajo, tener una estrategia y ejercer el control.
Las anti formas de encarar una crisis fueron las del gobierno federal en el caso de Ayotzinapa: responder sin estrategia, reaccionar a las denuncias, carecer de una política estratégica de comunicación política, ignorar el escalamiento de la crisis, descuidar la prensa extranjera en una fase de observación internacional y confiar en un vocero carente de credibilidad. Y lo peor, actuar con ingenuidad ante los padres sin entender que ellos formaban parte de una estrategia intencionada de desacreditación del gobierno federal.
Al gobierno federal, en el fondo, lo salvó el hecho de que los padres de los 43 estudiantes y sus aliados radicales antisistémicos carecieron de una agenda y se asentaron en el grito y la denuncia. Las revelaciones de algunas casas presidenciales fueron elementos sorpresivos en la crisis pero sin un aprovechamiento estratégico y sólo agotado en el desprestigio del golpe espectacular en la prensa extranjera.
A lo largo de la crisis, el gobierno federal nunca pudo tomar la iniciativa de la agenda. En este contexto, la crisis política fue mediática porque las instituciones siguieron funcionando. En todo caso, la parte de la crisis sistémica que quedó como un desafío para los gobiernos federales de ahora en adelante no será menor: la pérdida de hilos presidenciales de poder, sobre todo los mediáticos.
Al final, el gobierno federal enfrentó la crisis de Ayotzinapa sin estrategia porque careció del equipo analítico eficaz.
FE DE ERRATAS
En la columna de ayer se publicó una frase que dice: “el sicario Tomás Zerón El Cepillo”. Debió decir: “el sicario Felipe Rodríguez Salgado El Cepillo”