A Jorge Ramírez de Aguilar
La Secretaría de Transportes y Vialidad del Distrito Federal fue creada hace 20 años, con Luís Miguel Moreno al frente. Una función que en administraciones anteriores se había asignado a la policía, evolucionó a ser una secretaría y contar con una estructura dedicada al tema, subordinando incluso a los órganos descentralizados como el Metro y los Transportes Eléctricos.
La administración de Óscar Espinosa Villarreal fue particularmente afectada por dos elementos, la crisis económica de 1995 y la quiebra de Ruta 100, el organismo operador del servicio de autobuses urbanos de pasajeros. Ambos hechos empañaron una administración que, a pesar de lo vilipendiada, tenía más rumbo que el de hoy día. Las circunstancias no daban pie a un gobierno de gran trascendencia, pero las decisiones se tomaron con responsabilidad de largo plazo, y no con la inmediatez de nuestros días.
La quiebra de Ruta 100 se declaró el 8 de abril de 1995. Dos días después, Luís Miguel Moreno se suicidó en circunstancias controvertidas: dos balazos. Lo sucedió Jorge Ramírez de Aguilar. Yo estaba terminando mi tesis de maestría, sobre políticas públicas en el transporte. Meses después, Ramírez de Aguilar fue mi jefe.
En agosto pasado, la Secretaría de Transportes y Vialidad se convirtió en Secretaría de Movilidad. La estructura de Semovi es exactamente la misma, pero a la vez muy distinta a la que predominó a mediados de los noventa.
Con Óscar Espinosa, los titulares de los organismos de transporte se subordinaban al secretario de Transportes y Vialidad. El director del Sistema de Transporte Colectivo Metro, el director del Servicio de Transportes Eléctricos, entonces Alfonso Caso Aguilar y Benjamín Hedding Galeana, eran subordinados del secretario y eso permitía formular políticas en la misma dirección.
Hoy, presumen la Secretaría de Movilidad, pero la estructura orgánica tiene atrapado al secretario Rufino León y al propio jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera. Hoy, lejos de que el titular del metro, Joel Ortega Cueva, sea un subordinado del secretario de Movilidad, ha hecho del jefe de gobierno su rehén. La anhelada integración del transporte público en la Ciudad de México no puede darse porque las responsabilidades tienden a la dispersión de la línea de mando.
Vuelvo a la estructura orgánica de la Secretaría de Transportes y Vialidad entre 1995 y 1997, y estábamos mejor que cuando no teníamos Secretaría de Movilidad. La Dirección General de Planeación, con Leonardo Lazo Margain al frente, planeaba el transporte y la vialidad de la ciudad: ahora eso ocurre en Obras. La Dirección General de Servicios al Transporte, con Fernando Peña Garavito, concentraba todas las funciones de la actual Semovi (transporte público, taxis y trámites), lo cual salía más barato. La Dirección General de Desarrollo Integral del Transporte, a cargo de Octavio Ábrego Ayala, guiaba la política pública de transporte.
Hoy, la Secretaría de Movilidad es una entidad ridícula cuya misión pareciera ser que el transporte no viva la transformación que la sociedad reclama.
Hace unas horas me enteré del lamentable fallecimiento de Jorge Ramírez de Aguilar. Duele la partida del amigo. Duele la partida del ex jefe. Duele la partida del mejor secretario que tuvo la Secretaría de Transportes y Vialidad en sus 20 años de existencia. Un abrazo a sus familiares, lo recordaremos con cariño.