De ser ciertas todas las referencias, este día sería el año del centenario del nacimiento de Gabriel Vargas, uno de los creadores y representantes mayores de la cultura popular mexicana, y más específicamente capitalina, o chilanga. Sin embargo, de tal información difiere la consignada por la viuda del dibujante, la periodista Guadalupe Appendini, quien da otra fecha: [Vargas] “nació en la ciudad de Tulancingo, Hidalgo, el 24 de marzo de 1918…”.

 

Años más, años menos, fuera de las supersticiones del calendario, siempre convendrá tener presente la obra viva de aquel artista hidalguense, que sería una especie de contraparte del melodrama mexicano puesto a circular profusa y exitosamente desde los treinta por el cine nacional.

 

Los retratos de los personajes creados por Gabriel Vargas no temen al abigarramiento y parecen naturalmente habitar en ambientes en los que no hay espacios para el silencio o la quietud. Su Familia Burrón ha divertido a los lectores mexicanos durante ya más de setenta años (la Editorial Porrúa vende regularmente los cinco tomos antológicos, prologados por Appendini).

 

Gabriel Vargas fue dueño de un talento precoz que no tardó en ser advertido por maestros y gente del medio periodístico. Desplegó desde la más temprana juventud sus destrezas en diarios como Excélsior, principalmente, y en otras cadenas de creciente presencia, como la de Novedades y la de García Valseca.

 

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