Años más, años menos, fuera de las supersticiones del calendario, siempre convendrá tener presente la obra viva de aquel artista hidalguense, que sería una especie de contraparte del melodrama mexicano puesto a circular profusa y exitosamente desde los treinta por el cine nacional.
Los retratos de los personajes creados por Gabriel Vargas no temen al abigarramiento y parecen naturalmente habitar en ambientes en los que no hay espacios para el silencio o la quietud. Su Familia Burrón ha divertido a los lectores mexicanos durante ya más de setenta años (la Editorial Porrúa vende regularmente los cinco tomos antológicos, prologados por Appendini).
Despuntó pronto con Los Superlocos, una desternillante historieta en la que prima una especial malicia, un ánimo de juego permanente donde cuentan tanto la actitud (de verdadero relajo) como el lenguaje (los personajes crean su atmósfera mediante un habla auténticamente popular), donde lo mismo pueden asomarse formas “correctas” o “refinadas” que vocablos y frases que prueban que la vida es “puro vacilón”.
A aquel comienzo de Los Superlocos sucede La Familia Burrón, obra clásica de la cultura mexicana a partir de su vibrante registro del país alrededor del medio siglo. El genio de Vargas radica en su registro y despliegue de esas atmósferas verbales del México de mediados del siglo XX, en historias que permanecen en el cauce natural del habla y que suceden en esos intercambios de la mera convivencia. Vargas fue capaz de hallar en la palabra hablada el genio que la lengua posee y recrea sin cesar.
Testimonio de un célebre admirador
“Del personaje de Borola me entusiasma su capacidad frustrada para la maldad, el robo, el desacuerdo, la pillería. Es una atmósfera lo que nos da Vargas, los episodios nunca están completos, porque hay fallas (las soluciones suelen ser muy abruptas). Lo que redime finalmente a la historieta es su capacidad de captación y difusión de atmósferas verbales, de situaciones donde realmente funciona el sentido del humor y la consignación, a mi gusto bastante perdurable, de todo un modo de comunicarse verbalmente y de entender el trato verbal como sentido del humor, de entender la relación de las palabras como posibilidad humorística.”
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