BERLÍN. El director alemán Wim Wenders sorprendió en la Berlinale al presentar su nueva cinta con Every thing will be fine, interpretada por un James Franco minimalista y rodada en 3D por puro amor a esa técnica.
El filme de Wenders, incluido en la sección oficial pero fuera de competencia, llevo por segunda vez a la 65 edición del festival a Franco, unos días después de presentar junto a Nicole Kidman el filme Queen of the Desert, de Werner Herzog.
Con Wenders, Franco ya no es el galán acaramelado de la reina entre las dunas, sino un escritor que alcanza el éxito tras un accidente en que muere un niño, uno de los dos hijos de la mujer que interpreta Charlotte Gainsbourg.
Nada en la cinta parece justificar el uso del 3D, un formato que años atrás emocionó, pero que ahora se percibe más bien como una incomodidad salvo en películas de acción, fantasía o documentales, como los filmados por el mismo Herzog o la mágica Pina de Wenders, estrenada en la Berlinale en 2011.
“El 3D engrandece todo, también los sentimientos”, afirmó Wenders, decidido a defender esa opción y ante las preguntas de los medios de por qué insistir en esa técnica que él mismo admitió que era idónea para “Pina”, pero no para todo tipo de películas.
“Mi película muestra un proceso de recuperación psíquica tras un trauma desde varias perspectivas: la del causante del accidente, la de la madre, y el hermano que perdieron al ser querido”, añadió el cineasta sobre la madeja de sentimientos que trató de reflejar.
Evaluación hasta ahora
Se llegó así en la segunda mitad del festival, que hasta ahora tiene un muy buen balance en cuanto a los filmes ya presentados.
De las doce películas hasta ahora calificadas por la crítica internacional en la revista de la Berlinale, Screen, cinco superaron los tres puntos -el máximo son cuatro-, lo que es casi un hito en ese tradicional barómetro de la Berlinale.
La máxima puntuación (3.4 puntos) la recibe la británica “45 Years”, de Andrew Haigh, mientras que los tres puestos siguientes son para las tres películas latinoamericanas a concurso.
“El botón de nácar”, del chileno Patricio Guzmán, recibe 3,3 puntos y su compatriota Pablo Larraín logra con “El Club” 3,1, la misma nota que “Ixcanul”, del guatemalteco Jayro Bustamante.
El Oso honorífico
Wenders, quien el jueves recibirá Oso de Oro de Honor del festival por toda su carrera, recorre el nudo de conflictos internos a través de un Franco al que sus sucesivas novias o esposas reprochan un “minimalismo sentimental”, como lo definió el actor.
“Es un personaje con dificultades para las relaciones. Fue una gran experiencia para mí expresarlo en 3D”, añadió Franco, a la pregunta de si se sintió intimidado en su interpretación por el uso de una técnica ante la que optó por la parquedad de movimientos.
Franco no había convencido en el filme de romanticismo trasnochado de Herzog y tampoco lo hizo en un formato 3D que ni siquiera le favorece desde el punto del atractivo físico. Al final, más de uno tiró con agrado las gafas del 3D al cubo de reciclaje dispuesto a la salida de la sala.
El actor era una de las presencias masculinas más esperadas en el festival, preparado además para satisfacer a sus fans por vía triple, ya que junto a los filmes mencionados exhibió “I am Michel”, sobre un activista defensor de los derechos de los homosexuales.
Franco se llevó más aplausos sobre la alfombra roja que dentro de las salas, lo mismo que le ocurrió a Robert Pattinson, el otro guapo oficial de esta 65 edición de la Berlinale.
Pattinson acudió a Berlín con dos películas: la misma de Herzog, donde roza lo grotesco en el papel de Lawrence de Arabia, además de “Life”, exhibida anoche en la sección Berlinale Special y donde interpreta el papel del fotógrafo de James Dean, Dennis Stock.
La competencia
Los filmes a exhibición acapararon los flashes, mientras que la competición, reducida hoy a una cinta, fue más bien de trámite.
De la sección a concurso solo se presentó la Rusia desmantelada de Pod Electricheskimi Oblakami
La película dirigida por el ruso Alexey German –Under electric clouds, en su título inglés- presenta una muy hermosa puesta en escena y fotografía, pero resulta reiterativa, en cuanto al guión.
Se desarrolla entre gigantescas esculturas abandonadas de Lenin, grúas y paisajes post-industriales asimismo desmantelados, por los que deambulan personajes como un inmigrante que carga un enorme magnetófono estropeado, a modo de maleta, o los herederos de un oligarca muerto.